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La montaña en Aragón: Por ella y todas sus compañeras

Alegría Barri simboliza la imparable apertura del alpinismo a mujeres sin límites con una trayectoria de cuarenta años que fue reconocida por el Premio Federación. Presidenta del Club Montisonense desde hace doce años, este verano protagonizó su última aventura en solitario domando seismiles en Andes

Enérgica tras conquistar 'seismiles' en Andes, Alegría Barri vive la misma pasión de esa adolescente que comenzó sua andadas por La Larri.

Enérgica tras conquistar 'seismiles' en Andes, Alegría Barri vive la misma pasión de esa adolescente que comenzó sua andadas por La Larri. / Alegría Barri

Sergio Ruiz Antorán

Sergio Ruiz Antorán

Huesca

Por ella y por todas sus compañeras. Por las que son y por las que fueron. Alegría representa un cambio de paradigma, una voltereta para bien en el montañismo. Ella, aventurera, montañera, independiente, simboliza a esas mujeres sin límites que cruzan su destino entre cordilleras alejadas de estereotipos ni machismo. Ese ánimo de ir un poco más lejos, de ser ejemplo y referente en su avance incesante, fue reconocido en la última Gala con el premio Federación.

Motivos, todos. Podríamos citar algunas de sus gestas más locales, sus miles de escaladas y conquistas alpinas en la búsqueda de espacios menos transitados. El ser la primera aragonesa en completar todos los tresmiles del Pirineo o cruzarse en solitario y en autosuficiencia la Alta Ruta del Pirineo. Hasta podemos mirar más lejos, a los horizontes quebrados de los Alpes, del Atlas o del Himalaya, donde ha domado míticos gigantes como el Mont Blanc o el Cervino u otros anónimos fuera de los atascos comerciales. Podríamos citar su presencia como presidenta del Club Montisonense de Montaña. Doce años ya "y eso que empezó de forma temporal para sustituir al anterior presidente".

De esa adolescente que no se atrevía a decir en casa que quería ir al monte "porque eso suponía ir solo con chicos y sabía que iba a ser un no rotundo" queda toda la ilusión. En la veintena, emancipada, recuerda esos primeros paseos por La Larri "sin equipo, un poco inconsciente", las acampadas en Senarta o Pineta, el amor a primera vista con los Treserols y la norte del Vignemale, las andadas por llegar a ese ibón, luego al collado, después al pico, luego apuntarse a Montañeros de Barbastro, formarse bien para meterse en la cresta y canales invernales.

Una progresión de décadas de dedicación y "diversión" en la que ha visto cómo se ha ido abriendo un frente femenino que le estimula. "Cuando me tocó a mí veías que, metida en ciertos fregados, estaba rodeada de hombres. Me acostumbré, no me importaba estar en un mundo de hombres, pero ahora veo todas las jóvenes que escalan y pienso: ¡ya era hora!", dice Alegría Barri.

Con 67 años su motivación por el alpinismo no cesa. Crece. Este verano pasó dos meses largos entre Perú y Bolivia ascendiendo nevados de 6.000 metros y realizando un trekking en solitario. Una nueva aventura en solitario que hace un tiempo hubiera sido un imposible. "Siempre tienes miedo, incertidumbre, aunque es justo esa sensación la que te empuja a hacerlo", reflexiona. No era su primera idea. Quería ir al Nepal, como en 2019, cuando con su pareja y otro compañero subieron el Nirekha Peak (6.169). "Fuimos la única cordada que obtuvo el permiso para ascenderlo ese año. Tuvimos que equipar la vía con no sé cuántos metros de cuerdas fijas. Luego nos han comentado que, después de nuestra experiencia, ha entrado en el circuito de las agencias locales".

Sin opciones de volar a Asia acompañada acometió una idea que le venía rondando: la Cordillera Blanca. La facilidad del idioma le convenció. Se documentó, cargó con su material y marchó a Huaraz donde encontró los últimos consejos para sus proyectos en el dueño del albergue en el que se alojó. "Lo peor de todo fue portear los petates de treinta kilos por aeropuertos y autobuses". Se aclimató en un día estupendo en el Ishinca (5.530). "Fui delante de unos ecuatorianos, sola, sin encordar, y disfrutaba de unas vistas increíbles cuando, de repente, aparecieron cuatro canadienses para chafarme el momento", bromea.

La ventisca, el mal tiempo y unas grietas de pánico ("tuvimos que saltarlas porque no había puentes de nieve") le hicieron contratar un guía para afrontar el temible y técnico Vallunaraju (5.686) antes de acometer el reto deseado del Tocllaraju (6.040). "Me junté con un chico panameño que había conocido y quisimos hacer un ataque rápido, reduciendo campos de altura. Pero desde el principio el cuerpo no me respondió, respiraba mal, como si tuviera los pulmones colapsados. No era el día y tuve que renunciar", lamenta la montisonense.

Entre sus méritos, fue la primera mujer en subir todos los 'tresmiles' del Pirineo en 2010

No se dejó llevar por la frustración y viró sus planes. Marchó a Bolivia, a la Cordillera Real y fijó su mirada en el Huayna Potosí (6.088). "Quería probarme y no irme con esa mala sensación. Tuve una noche de perros, con una ventisca que borró la huella. Hice toda la ascensión con el frontal, de noche, pero sin mal de altura y muy fuerte mentalmente. Cada paso era una batalla ganada". Y ganó la cumbre y mucho más, demostró a muchos que una mujer es capaz de doblegar esas montañas sola. “En los campos, al verme sin nadie, me preguntaban dónde estaba mi grupo o mi guía, aunque ya en Bolivia unos guías me reconocieron como la que había subido sola el Potosí".

Ella sigue mirando a su horizonte, siempre roto entre montañas. Sueña ahora con volver al Nepal (Singu Chuli 6.501) o regresar a Perú (Illimani 6.440), subir la cota, seguir borrando límites de su cabeza, por ella y por ellas, por todas. “Me encanta que haya cada día más mujeres haciendo senderismo y escalada. Hay jóvenes muy potentes. Las mujeres escalamos más bonito, más estético. También me gustaría que hubiera más presidentas y monitoras. Somos pocas, aunque antes no éramos ninguna. Debe ser un cambio natural y cultural, en el que nos empoderemos nosotras y ayudemos también a los hombres a ver que las mujeres podemos liderar”, finaliza Alegría

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