Seul amaneció ayer como una de las ciudades más seguras del planeta. Desde hace tres días, el Estado Mayor Conjunto de Corea del Sur ha decretado el estado de máxima alerta militar. Desde el pasado lunes, se puede percibir en las inmediaciones de Gyeongju (Seúl), lugar donde ayer comenzaron las reuniones preliminares del G-20, una mayor presencia de aviones de vigilancia U-2 y de helicópteros militares.

En la capital, la policía ha incrementado también sus efectivos con un total de 50.000 agentes, además de anunciar medidas drásticas contra los manifestantes que intenten boicotear la cumbre. Las autoridades locales de Seúl se apresuraban el viernes con la decoración del los parterres de la ciudad, con batallones de trabajadores plantando flores y plantas en cada zona verde. Para la capital de Corea del Sur, ayer era un día clave. La reunión de los ministros de finanzas y de los directores de los bancos centrales de los países del G-20 dio el pistoletazo de salida a la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de los próximos días 11 y 12 de noviembre.

De telón de fondo la batalla global, entablada principalmente por Estados Unidos y China, para abaratar las monedas y a la que intentan poner solución las dos superpotencias, los países más industrializados del G7 (además de Estados Unidos, Japón, Reino Unido, Francia, Alemania, Italia y Canadá), las doce naciones emergentes (además de China, Corea del Sur, India, Indonesia, Argentina, Brasil, México, Sudáfrica, Arabia Saudí, Rusia, Turquía y Australia), la Unión Europea como bloque, y algunos países invitados como España.

En Corea conocen bien el problema. Su moneda, el won, ha experimentado en los últimos meses una fuerte revalorización por la entrada masiva de capital extranjero. "Debemos tomar medidas para hacer frente a los problemas que podrían derivarse del incremento de la liquidez, provocado por la bajas tasas de interés que hay actualmente en el mundo, y que se mueve con velocidad hacia los paises emergentes", advirtió recientemente el ministro de Finanzas, Yoon Jeung-Hyun.

Evitar un ´western´

El objetivo de Corea, como anfitriona y por interés propio, es que la cumbre del G-20 "no se acabe librando un duelo como en un western", apuntó Yoon. Y es que "una guerra de divisas equivaldría a la destrucción mútua de las economías", advierten muchos especialistas económicos del país.

En este sentido, el Gobierno coreano ha propuesto un mecanismo de protección para sistema financiero mundial intentando proteger a los mercados emergentes de los sobresaltos provocados por los constantes flujos de capital.

El conflicto arrancó el 29 de septiembre cuando la cámara de representantes de Estados Unidos aprobó un proyecto de ley que permite imponer mayores tarifas arancelarias a los productos importados de China, sobre todo después de que Pekín mostrara su intención de no revaluar su moneda, el yuan. China se amparó en su soberanía monetaria y rechazó plenamente la medida norteamericana. Otros países como Japón, Taiwan, Brasil e Indonesia (que han aplicado sus respectivas medidas para frenar la creciente fortaleza de sus monedas frente al dólar), han entrado también en la disputa.