Joe Biden, vicepresidente estadounidense, está en Pekín esta semana aceitando las relaciones con China por el bien de la economía mundial y, especialmente, de la de su país. Biden se reunió ayer con su homólogo chino, Xi Jinping, a quien le trasladó la importancia de aunar fuerzas para superar la crisis global. Su agenda en los próximos cinco días descarta el tedio. También se verá con el presidente, Hu Jintao, el primer ministro, Wen Jiabao, y el presidente del Legislativo, Wu Bangguo.

"Estoy totalmente convencido de que la estabilidad del mundo depende en gran parte de la cooperación entre Estados Unidos y China", aseguró Biden antes de la reunión. Xi contestó que ambos países comparten "grandes responsabilidades e intereses". China le ofreció una recepción en el Gran Palacio del Pueblo, reservado para primeros ministros y monarcas. Además de la agenda económica y geopolítica, Biden empezará a tender puentes con los próximos líderes del gigante asiático.

Si los pronósticos se cumplen, Xi alcanzará la presidencia china el próximo año. "Es mi profunda esperanza que nuestra relación siga estrechándose en el futuro", reveló el mandatario estadounidense. Hubo un tiempo en el que Estados Unidos llegaba a China con un pliego de lamentos que incluían la apreciación del yuan, la balanza comercial o la rampante piratería. Aunque Pekín nunca prestó demasiada atención, se entendía que Washington hablaba desde una superioridad moral y económica.

Ahora, el panorama ha cambiado. A Biden le tirarán de las orejas en China por la irresponsabilidad de Washington en el manejo de su deuda. El diario Global Times, anexo a Pekín, resumía el nuevo contexto en la víspera del aterrizaje de Biden con un titular: "Estados Unidos, desesperado por conseguir el voto de confianza de China". Es su principal tenedor, con 1,2 billones de dólares, la tercera parte de sus divisas extranjeras.