La crisis financieraAVARICIA

De Mr. Scrooge hasta llegar a Moody's

Fue el jesuita Gaspar Astete quien en el siglo XVI dejó registrado para las generaciones futuras el catecismo castellano que han memorizado millones de españoles. De la avaricia, el autor salmantino dice que es "un apetito desordenado de hacienda". Sin desorden, pues, no hay vicio. La virtud contraria es la largueza.

La literatura brinda personajes universales que han encarnado la avaricia. Molière creó Harpagon, el avaro más teatral; Charles Dickens envolvió en la generosa Navidad al señor Scrooge, que no cenaba por no gastar; y Quevedo aportó una de las mejores páginas de la literatura castellana: la descripción del Dómine Cabra, que "dormía siempre de un lado por no gastar las sábanas". Llevado al mundo del cómic, la factoría Walt Disney creó al Tío Gilito, de la familia de ánades Donald.

¿Es esta la avaricia que anida en todo ser humano, la que ha movido las grandes burbujas financieras del último cuarto de siglo? No. Esa ridiculización no es la que refleja la sociedad de consumo. Lo que realmente se lleva es la codicia, otra apetencia desordenada de bienes y placeres, pero con el afán de disfrutarlo, no solo de acumularlo. El avaro lo quiere todo para sí, odia a los demás. El codicioso acapara, se aprovecha de los demás, pero no sufre si también se enriquecen. Uno de los perfiles literarios que mejor se aproximan a esta descripción es Gil Foix, protagonista de 'La fiebre del oro'. Deja su oficio para dedicarse a la especulación bursátil, con ambición llega a la cima hasta que cambian las tornas, se arruina y enloquece.

Tampoco estos personajes encajan con la actualidad. La diferencia es esencial: hoy los que se enriquecen lo hacen con el dinero de los demás, pero con un blindaje que les hace inmunes en su

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