La otra cara de la crisis
Elegir, unir, triunfar
El oscense Francisco Blanch patenta un sistema para diseñar vestidos de fiesta por partes que se juntan con cremalleras e imanes
A. EZQUERRA
La última revolución en el mundo de la moda no se ha gestado en París, ni en Nueva York. No llega de las pasarelas más prestigiosas, ni de los gurús más vanguardistas. Ha nacido en Huesca, en la mente de Francisco Blanch, que una noche de insomnio, hace año y medio, ideó un novedoso sistema para diseñar trajes de fiesta y ceremonia: confeccionar las partes por separado y unirlas mediante cremalleras, clips e imanes. Así, las clientas pueden elegir distintos tipos de mangas, cuellos, puños, faldas e incluso tacones de zapato de diversos materiales, según sus gustos y su presupuesto. El resultado de todas las combinaciones posibles son casi seis millones de vestidos diferentes bajo la marca Paola Zabrinni. El procedimiento está patentado y ya hay comercios del sector, en Europa y en Estados Unidos, interesados en contratarlo.
Blanch destaca las ventajas competitivas que su sistema, Diseña y pruébatelo, proporciona tanto a la tienda como al cliente final. "Es un modelo muy diferente. Creo que cambiará la forma en la que la gente se compra ropa a nivel mundial, igual que el correo electrónico cambió el postal", asegura por teléfono desde el otro lado del mundo. "La mente humana está acostumbrada a la progresión geométrica, no exponencial", añade. En su opinión, este novedoso procedimiento "se adapta muy bien a los tiempos actuales", pero también es perfecto cuando no haya crisis, "ya que es complicado, si no imposible, poder tener cinco millones de trajes en una tienda".
Por un lado, el establecimiento puede ofrecer infinitos modelos con una inversión inferior a los 2.000 euros, que es lo que cuesta adquirir las piezas --se necesitan alrededor de 40 para una tienda pequeña--. Además, no es preciso que el local sea muy grande porque no se almacena estoc, ya que se fabrica bajo pedido. Y, sobre todo, no se corren riesgos económicos: cuando la clienta ha elegido, abona el 50% del precio de su traje --que supone el 100% del coste total y que se paga a Paola Zabrinni--; y, a la entrega del vestido, se abona el 50% restante, que ya es para el comerciante.
Un modelo único
Por otra parte, la clienta diseña el vestido a su gusto, que además es único, y se lo puede probar en cuestión de minutos uniendo las partes. "Un sastre te cobra más y no te lo puedes probar. Y si al final no te acaba gustando, te lo tienes que quedar de todos modos", compara Blanch respecto al sistema tradicional. Asimismo, la consumidora puede pedir modificaciones para lograr una personalización absoluta y, también, ajustarse a su presupuesto entre un gran rango de precios en función de los materiales y telas que escoja. En solo tres semanas, lo tiene en su casa.
Las piezas se fabrican entre España y China, ya que allí la compañía de Blanch cuenta con una factoría propia. "De momento tenemos siete empleados para producción, logística... La diseñadora de los patrones es de Zaragoza, lleva siete meses en el país y se preocupa mucho de que la confección sea muy artesanal y de cuidar los detalles", explica.
En el último mes y medio, Blanch ha recorrido las ferias internacionales más importantes del sector en busca de negocio. Confía en que, después del verano, sus catálogos y prendas ya estén en medio centenar de tiendas. Su próximo reto es introducir vestidos de novia. "Pero primero tenemos que centrarnos en consolidar el proyecto actual y, más adelante, iremos ampliando la línea de complementos", señala Blanch.
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