El pinchazo de la burbuja inmobiliaria ha abierto la caja de los truenos en la mayor parte de las entidades financieras de España. Y CAI no ha sido una excepción. Los años dorados del ladrillo han pasado a mejor vida, pero la factura de los desmanes cometidos en la última década por los responsables de estas entidades y por sus consejos de administración no será fácil de enjugar. CAI, integrada en Caja 3 junto a Caja Círculo de Burgos y Caja Badajoz, es un ejemplo de la orgía de operaciones inmobiliarias que ha rodeado al sector en los últimos años.

Un dato demoledor es que, por ejemplo, CAI concentró el riesgo en el sector promotor, que ascendía en el año 2009 al 32% del total de los créditos concedidos por la entidad, es decir, un tercio del total de la inversión crediticia. De ese porcentaje, un 14% correspondía a financiación del suelo que fue asumido, en buena medida, a través de las 69 sociedades inmobiliarias en las que participaba la entidad a finales de ese ejercicio. Solo diez de estas sociedades sumaron pérdidas por valor de 105 millones en el ejercicio 2011.

Hoy, el precio del suelo se ha desplomado y su devaluación ha sido exponencial en los últimos años. La pregunta es: ¿Por qué las cajas se endeudaron hasta el cuello en el ladrillo? Quizá, apuntan algunos expertos, porque daba muchos beneficios y porque se pensó que ese negocio no tendría fin. Pero no ha sido así. Y la burbuja se pinchó.

UN ALTO PRECIO / Según ha podido saber EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, la visita realizada a la entidad en diciembre del 2009 por parte de varios inspectores del Banco de España dejaba entrever que la situación de CAI era más que complicada. En el escrito de los inspectores, remitido a la entidad por el organismo regulador, se hicieron constar «deficiencias relevantes», tal y como avanzó este diario hace tan solo unas semanas.

Pero esas deficiencias tienen nombres y apellidos. Una de las sociedades que refleja qué pasó durante estos años es CAI Inmuebles S.A, un holding inmobiliario que arrojaba en el 2011 unos activos totales de casi 300 millones de euros. Y de ella cuelgan un sinfín de sociedades. Solo en ese ejercicio las pérdidas de CAI Inmuebles alcanzaron los 56 millones, pero en el 2010 fueron mayores aún, de 66 millones, según refleja el informe anual de la entidad. En términos comparativos, en el 2010 la caja arrojó ganancias por 17,3 millones de euros.

Pero esta es solo una pequeña muestra del laberinto inmobiliario que ha hipotecado el futuro de CAI y a muchas otras entidades de este país, algunas ya nacionalizadas. Otro ejemplo es la sociedad CAI Servicios Generales, cuya función se centraba en la gestión y explotación de inmuebles. En el 2011 sus activos ascendían a 162,6 millones de euros y las pérdidas que arrojó fueron de 19,5 millones, mientras que en el 2010 el lastre fue de 16,9 millones de euros. Solo entre CAI Inmuebles y CAI Servicios Generales se perdieron casi 76 millones de euros en el 2011. Aunque estas son algunas de las más relevantes, hay otras 67 sociedades ligadas al sector inmobiliario en CAI (Ver gráfico).

Esta pasada semana, el grupo banco Caja3, del que forma parte CAI, ha formalizado el traspaso de activos tóxicos (ligados al ladrillo) a la Sociedad de Gestión de Activos procedentes de la Reeestructuración Bancaria (Sareb), también llamado banco malo. El contrato de transmisión de activos se eleva a 2.212 millones y Muchos de ellos proceden de sociedades como CAI Inmuebles.

RESPONSABILIDAD COMPARTIDA / Este entramado de sociedades que han dilapidado gran parte del negocio minorista de la entidad (conceder préstamos y depósitos) se fraguó cuando estaban al frente de la entidad Tomás García Montes, principalmente, Luis Calvera, Antonio Aznar y Rafael Alcázar. Pero, según fuentes sindicales, «hubo mucha más gente en los consejos que, o no actuaron, o contribuyeron a provocar la situación actual». Lo que parece claro es que el negocio minorista de la entidad es uno de los mejor valorados a nivel nacional y, por supuesto, da pingües beneficios. Así lo aseguró su actual director general, Luis Miguel Carrasco, ante la plantilla el pasado mes de diciembre. Pero la sombra del ladrillazo pesa como una losa.