El cierre de la planta de Kimberly-Clark el próximo mes de mayo terminará por descoser el frágil tejido industrial de Calatayud. Los trabajadores de la fábrica de pañales lo saben bien y exigen una reacción rápida al Ejecutivo autonómico para evitar la "muerte lenta" de la comarca. "Esto es la ruina; si no se hace algo este pueblo morirá", advertía el pasado jueves Marco Antonio Bendicho, que lleva 28 años trabajando en Kimberly. "A peor no se puede ir, porque esta era la última gran empresa de la zona", apuntaba Javier Torres, otro de los empleados.

Primero fue Dana Automoción la que decidió trasladar a Alemania su fábrica de piezas de motores, dejando en la calle a 94 personas. Poco después, Cóndor --dedicada a la fabricación de cedés y deuvedés-- pasó de emplear a 119 trabajadores a apenas unos 40, y en el 2010 llegaron los 130 despidos en Cisa Cerraduras. Un goteo que ha provocado la pérdida de cientos de empleos y que ha minado la confianza de los vecinos en el futuro de la cuarta ciudad de Aragón. Hoy la tasa de paro roza el 30%, más de 10 puntos por encima de la media de la comunidad.

"Ya estoy mirando para irme a Valencia porque aquí no creo que encuentre trabajo", reconocía el joven rumano Bogdan Szebeni, que lleva tres años trabajando en Fiege, la firma subcontratada por Kimberly para la carga y descarga de materiales y que emplea a 17 personas. "Aún tenemos que pensar qué es lo que hacemos, pero lo que está claro es que el futuro está muy negro", añadía Ismael Clemente, que, con 63 años y más de 24 en Kimberly, indicaba que los que peor lo tienen son los jóvenes.

"Yo no sé dónde van a enganchar. Como mucho podrán ir a coger fruta y tendrán que pegarse para ser los elegidos", aseguraba Francisco López, otro trabajador de Fiege. "El cierre de esta planta va a suponer la muerte lenta de Calatayud", añadía.

Resignación

Con todo, la plantilla, compuesta por 208 personas (sobre todo hombres con una antigüedad media de unos diez o quince años), ha acogido con cierta resignación el anuncio del gigante papelero, ya que consideran que "no hay vuelta atrás". "No creo que tenga mucho sentido protestar; lo único que nos queda es intentar conseguir una buena indemnización", comentaba el jueves un trabajador. En lo que sí coinciden los empleados es en reclamar responsabilidades al Gobierno de Aragón --no hay que olvidar que Kimberly-Clark puso a la venta la planta en octubre del 2012 y desde entonces nadie parece haberse interesado en firme por las instalaciones--. Por ello, la plantilla exige a la DGA que reaccione y dé prioridad a Calatayud para localizar proyectos. "La administración tiene que remangarse y traer alguna compañía, porque si no estamos muertos", sentencia Bendicho.

Una tarea en la que ya está trabajando el Ayuntamiento de Calatayud, señaló su alcalde José Manuel Aranda, que el pasado jueves mantuvo una reunión con el consejero de Industria, Arturo Aliaga en la sede del Gobierno de Aragón. Aranda confía en cerrar en las próximas semanas una inversión en la ciudad que genere alrededor de 100 empleos. Sería un respiro tras el triste adiós de Kimberly.