La leyenda del siglo XIX del holandés errante o volador se referían a un barco castigado, por su atrevimiento, a navegar como un fantasma y sin rumbo toda la eternidad. Asustaba verlo en lontananza. El lunes hubo otro holandés, el presidente del eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, que aseguró que lo aplicado a Chipre y sus grandes depósitos bancarios podía reaparecer como fórmula para casos similares. La frase recorrió todos los mares de acciones y las tiñó de rojo, aunque la mayoría aseguraba que el ministro cometía un error. Ayer se comprobó que no iba tan errado, porque desde Bruselas no se atrevieron a desmentirle.

El buque fantasma de la imposición --o quita-- a los depósitos de mayor tamaño sigue en pie en la eurozona, y sus efectos sobre los inversores timoratos no se hizo esperar. Aunque por categorías: París, Londres y Fránkfurt cerraron con alzas, mientras que España, Italia, Grecia y Portugal lo hicieron con pérdidas. De poco sirvió que los expertos del Deutsche Bank hicieran previsiones optimistas sobre el futuro del PIB europeo a partir del último trimestre. Son más contundentes, para los mercados, que se divise entre brumas las dificultades para la tercera economía de la eurozona, Italia, donde pocos ven posibilidades de estabilidad política. Se otean elecciones. Esa sensación y saber quién tomará el relevo de Chipre justificaron nuevas pérdidas.

El Ibex 35 perdió la cota de 8.000 alcanzada hace un mes, con Telefónica y bancos como más castigados. El índice retrocedió el 1,84% y quedó en los 7.990,5 puntos.