Hace 10 años, Bodegas Aragonesas, de Fuendejalón, quiso adelantarse al tiempo y lanzarse a producir vino ecológico. Pero antes de emprender la aventura hizo un estudio de mercado y el resultado, según reconoce su director, Enrique Chueca, fue desilusionante: este tipo de caldos no se compraban porque eran peores, más caros y no se distinguían de los convencionales. Lejos de desestimar su idea, fueron capaces de crear Aragus, un vino ecológico de calidad a un precio competitivo, y prevén que, dentro de 20 años, todos sus viñedos tengan esta certificación, si bien Chueca lamenta que aún no han logrado convencer al consumidor de que hay una diferencia cualitativa respecto al resto de los caldos del mercado. Su testimonio de éxito fue uno de los cinco que reunió ayer en la Facultad de Económicas de Zaragoza el movimiento Slow Food, en la jornada Alimentos ecológicos: un futuro esperanzador, para reforzar la confianza de productores y consumidores en sus posibilidades comerciales y de desarrollo para el medio rural, en el contexto actual de crisis.

Biofrutal, en Binaced, exporta el 99% de sus frutas y zumos. Su responsable, Marcos Barranco, defendió que la calidad de los alimentos ecológicos "sí se distingue" y que son "más sanos". "De hecho, en otros países los subvenciona el ministerio de Sanidad, no el de Agricultura", apuntó. Antonio Artal, de Ecolécera, identificó como principal problema el hecho de que la mayoría de los productores de alimentos ecológicos "somos empresas pequeñas, familiares, por lo que hacer grandes inversiones es difícil". Sus legumbres y pastas se venden por toda España y es optimista respecto al futuro. "Seguimos creciendo en ventas y rara es la semana que no tenemos un cliente nuevo, aunque sea potencial", afirmó. "A pesar de la crisis, el consumidor de lo ecológico es fiel", añadió.

Sin embargo, Carmelo Heras, gerente de Casa de Ganaderos, destacó que, en el sector ovino, el precio sí es decisivo. "Entre el cordero ecológico y el convencional hay una variación de entre el 6% y el 10%, según el peso, que supone a partir de un euro más", explicó. En su caso, la mayor dificultad es "asegurar una calidad estándar durante todo el año", porque la evolución del animal depende de las condiciones naturales del medio ambiente. "El futuro de lo ecológico dependerá de que seamos capaces de convencer al consumidor de que el precio se recupera en seguridad, salud y beneficio al entorno", concluyó.