Desde el final de las vacaciones de verano se viene confirmando que las principales economías desarrolladas llevan caminos divergentes. Por concretar en términos de mercado de valores, mientras en EEUU hay voluntad de aprovechar cualquier señal de la reserva Federal para tirar de compras, en Europa está sucediendo lo contrario: todos los atisbos de falta de recuperación entre los grandes de la UE o de titubeo de los rectores del banco emisor, se trasladan enseguida a los corros bursátiles convertidos en órdenes de venta.

Ayer hubo nuevo capítulo de esta relación a ambos lados del Atlántico. En Nueva York se habían leído con alivio las actas de la Fed que reflejaban una voluntad de mantener los tipos directores del dólar en los mínimos, infranqueables, del 0%. Ayer hubo dudas porque el desempleo sigue dando síntomas de reducción, y eso se asocia a que la Fed podría ver despejada la obligación de atender como prioritaria la creación de empleo. Por el lado europeo, siguen apareciendo síntomas de que Alemania renquea en varios frentes. Y el de ayer fue de los que merecen especial atención, como es la reducción de las exportaciones germanas en agosto. En un país con economía basada en el sector exterior, la cifra no es nada buena. A añadir que ya circulan informes de los grandes centros financieros, nada alarmistas, que detectan una fluida circulación de capitales especulativos desde toda Europa hacia los mercados norteamericanos.

El Ibex volvió a retroceder, esta vez un 0,63%, y llevó el índice a los 10.273 puntos.