La historia de Sergio González se resume en cómo convertir una afición en negocio. Este joven de Andorra ha puesto en marcha Ibeer, una microcervecera artesana que aúna la tradición de esta bebida con la cultura íbera, tan arraigada en la zona, para diferenciarse de la creciente competencia. Tras meses de aprendizaje, formación y esfuerzo, esta cerveza estará disponible este verano en varios puntos de Aragón.

A este emprendedor turolense, de 35 años, le picó la curiosidad por este sector durante unas vacaciones en el Pirineo. "Probé unas cervezas artesanas y el tema me intrigó. Empecé a investigar, compré kits de iniciación, algunos aparatos... Y no me salió mala", recuerda. La prueba de fuego fue darla a catar a su familia y amigos. "A todo el mundo le gustaba", añade.

Entretanto, González se quedó sin trabajo. "Llevaba once años en una empresa de gres cerámico, pero hubo una regulación de personal y me despidieron", cuenta. Sin embargo, recurrió a su optimismo innato y, lejos de deprimirse, afrontó la situación como una oportunidad. "Hice varios cursos, tanto para aprender a montar una empresa como para elaborar cerveza en casa. Organicé catas, la gente quedó encantada y los resultados fueron tan buenos que decidí que esto era lo mío", resume.

Como había agotado la prestación por desempleo, tuvo que recurrir a la familia y a los bancos. Así, tras reunir 25.000 euros, invirtió en maquinaria para elaborar 250 litros de cerveza de manera artesanal: dos ollas de cocción, dos fermentadoras, una embotelladora... Solo quedaba pendiente el lugar para hacer realidad su sueño. "Mi familia tenía una casa vacía y me prestó la planta baja", explica ilusionado. A falta de adquirir las botellas, González ultima el diseño de las etiquetas y el logotipo que dará imagen a su empresa. "A principios de mayo empezaré a hacer pruebas en firme, porque no es lo mismo hacer 20 litros que 250", argumenta.

Seis serán las variedades que presente a los consumidores: Zierzo (pale ale inglés); Falkata (rubia); Kalathos (negra); Fivula (tostada); Kaetra (cerveza de trigo estilo alemán); y Nekropolis (de trigo estilo belga). En ellas ha querido plasmar su afición por la cultura íbera, muy presente en la zona. "La denominación de Andorra significa en árabe puerta de los vientos", ilustra González. Las materias primas que emplea son nacionales. "Quiero trabajar con gente aragonesa y con producto de calidad autóctono, aunque sea más caro. Cuando adquiramos todo el conocimiento que necesitamos y haya variedades que nos interesen, lo haremos", asegura.

González reconoce que la competencia es abundante. Según una información del diario El Mundo publicada el pasado mes de febrero, España se sitúa a la cabeza de Europa en el crecimiento de microfábricas de cerveza, con un aumento de casi un 1.600% de este tipo de empresas entre el 2008 y el 2015. Entonces había 21 microcervecerías de elaboración artesanal, cuya producción no superaba los 100.000 hectolitros anuales; al cierre del año pasado, la Agencia Española de Seguridad Alimenticia y Nutrición registraba 361 compañías dedicadas a esta actividad. El mismo diario señalaba que Cataluña es la comunidad con más microfábricas (76), seguida por Andalucía (56) y Castilla y León (39), mientras que en Aragón contabilizaba 15.

Pero este emprendedor turolense confía en su factor de diferenciación. González señala que, a pesar de la ilusión, el camino no ha sido fácil, "sobre todo por la burocracia", matiza, pero resalta que el apoyo de amigos y familia ha sido crucial para lograr su objetivo. "Este verano, nos vemos en los bares. Y si la aventura sale mal, ya encontraré una solución", concluye.