A falta de menos de un mes para que Alemania celebre unas elecciones federales marcadas en parte por el crecimiento económico, la confianza de sus consumidores no deja de crecer. Según un informe elaborado por la consultora GfK, este índice crece ligeramente hasta los 10,9 puntos, lo que supone el mejor nivel registrado desde octubre del 2001.

El estudio, que ha entrevistado a hasta 2000 consumidores, señala también que la confianza alemana en el consumo interno crece a pesar del impacto de riesgos externos como son el terrorismo o otras crisis internacionales como la inestabilidad de Oriente Próximo, las pruebas con misiles con Corea del Norte, las dificultosas negociaciones para llevar a cabo el ‘Brexit’ o la impredicibilidad de los Estados Unidos bajo el mandato de Donald Trump.

El mejor registro de ese informe se sitúa en las expectativas de los alemanes en sus ingresos. Así, este indicador sobre los hogares teutones creció 0,5 puntos desde el julio y se situó en los 61,4, lo que supone la mejor cifra registrada desde 1991, año en que se consumó la reunificación entre las dos alemanias. "Los consumidores alemanes ven que la economía doméstica mantiene una senda muy buena”, asegura el informe. La propensión a consumir y a realizar grandes adquisiciones también ha crecido en 3,3 puntos hasta los 58,1.

PEORES PERSPECTIVAS ECONÓMICAS

A pesar de que estos indicadores aseguran una mayor confianza en el consumo y en los ingresos, las perspectivas económicas de los alemanes han caído drásticamente. Después de cinco meses seguidos de crecimiento, el informe de agosto apunta a que esa convicción en su futuro económico ha pasado de los 30,4 puntos a tan solo 14,2. Rolf Bürkl, investigador de la consultora GfK, ha querido quitar peso a este asunto, remarcando que se trata de un “desliz” del que no hace falta preocuparse.

Entre los factores que causan preocupación a los consumidores alemanes destaca el poderoso sector automovilístico, que teme restricciones del gobierno estadounidense así el impacto negativo que puede suponer establecer cuotas para coches eléctricos y recortar el futuro de los vehículos diésel. “Algunos trabajadores o proveedores del motor pueden temer el desempleo. Y eso va en detrimento de la confianza del consumidor”, asegura Bürkl, mientras pide que la industria se ajuste a esa transición cuanto antes para dañar lo menos posible el consumo.

PRECARIZACIÓN Y EXCLUSIÓN SOCIAL

Sobre el papel, las cifras económicas alemanas son impecables. Tiene un abultado superávit desde 2012 y las cifras de desempleo llegan a mínimos históricos desde la reunificación. En la calle, esa realidad es mucho más compleja. Los beneficios de la balanza comercial alemana contradicen la ley europea y perjudican a las otras economías de la eurozona. Los minijobs han permitido a la cancillera alemana Angela Merkel crear más ocupación y sacar pecho por ello pero, al tratarse de una ocupación temporal y mal remunerada, también ha abierto la puerta a una mayor precarización laboral y exclusión social. Esas perspectivas no mejorarán si a estas realidades se le suma que Alemania es uno de los países más desiguales de Europa.