Nadie se ha atrevido a proclamarlo categóricamente por respeto al sufrimiento que sigue generando la pandemia, pero it's morning again in America. La famosa frase popularizada por Ronald Reagan durante su campaña de reelección en 1984 vuelve a planear sobre Estados Unidos a medida que su economía deja atrás los peores estragos del virus y la fulgurante campaña de vacunación devuelve la confianza a su ciudadanía. Tras la enclenque recuperación que siguió a crisis financiera del 2008, la más anémica de la historia, los economistas predicen que la primera potencia mundial registrará este año sus mayores niveles de crecimiento desde que Reagan proclamara que ha vuelto a salir el sol en América. Los riesgos no han desaparecido y la incertidumbre sigue siendo la norma, pero el elefante norteamericano vuelve a soñar con recuperar parte de su grandeza perdida.

Mucho ha cambiado políticamente desde la Gran Recesión, desencadenada por el pinchazo de la burbuja inmobiliaria hace más de una década y el rápido contagio que experimentó el sistema financiero. Como respuesta a aquella crisis, EEUU optó por salvar a los bancos y los gigantes del automóvil, dos rescates a los que siguió un paquete de estímulo concebido para reflotar la demanda y celebrado entonces como uno de los mayores de la historia. Vistos con retrospectiva, sin embargo, los 2.5 billones desembolsados por los gobiernos de George Bush y Barack Obama resultaron ser insuficientes. Los casi 800.000 millones del estímulo de Obama se repartieron en dos años y en junio del 2009 su Administración tomaba ya las primeras medidas de austeridad para reducir el déficit y calmar la histeria de los halcones fiscales en el Congreso.

“Aquella y esta crisis son muy diferentes cualitativamente”, afirma el economista Dean Baker, cofundador del Center for Economic and Policy Research. “Hoy no tenemos un problema económico, sino una pandemia a la que Joe Biden ha respondido con mucha agresividad. En dos meses podríamos tener a la mayoría de la población vacunada. La gente volverá a viajar y frecuentar los restaurantes. Creo que se avecina una recuperación muy potente”. Ese análisis lo comparten muchos economistas. Esta misma semana, la Reserva Federal vaticinó que EE UU cerrará el año con un crecimiento del 6.5% del PIB, un porcentaje que Goldman Sachs eleva hasta el 7.7%, cifras insólitas desde los años ochenta. Un ritmo que permitiría al país recuperar la riqueza perdida durante este año aciago a mediados del 2021, según la Oficina de Presupuestos del Congreso.

Semejante repunte no se deriva únicamente de las particularidades propias de esta crisis. Gran parte de la explicación radica en la respuesta oficial, empezando por la del banco central, que ha inundado de liquidez el sistema financiero para evitar que se repitieran los problemas del 2008 y esta misma semana confirmaba sus planes de mantener los tipos de interés cercanos al cero hasta 2023. Pero también la Casa Blanca ha querido evitar la cicatería de antaño, ayudada por el cambio de mentalidad que ha calado en el país sobre las funciones del Gobierno y la menguante preocupación sobre los desajustes presupuestarios. Entre los estímulos fiscales de Donald Trump y los de Biden, EEUU ha inyectado cinco billones de dólares en su economía, el doble de lo que se invirtió en 2008-2009.

Ayudas directas a los ciudadanos

“Hoy tenemos un nuevo consenso en América”, ha dicho el ex congresista, Barney Franks. “Por primera vez en mi vida, la gente está diciendo que el Gobierno no hace lo suficiente, en lugar de que hace demasiado”. Esta vez el grueso de las ayudas no ha ido para los bancos, sino para la ciudadanía, particularmente en el rescate de Biden, que ha puesto el dinero en los bolsillos que más lo necesitan, a la vez que abarataba el coste de la sanidad para millones de estadounidenses. Algunos de los desempleados de la pandemia, han cobrado más estando en paro de lo que ganaban trabajando.

Hoy la gente tiene un dinero en el banco que no tenía en 2009”, dice Baker. Desde que comenzó la crisis sanitaria, los estadounidenses han ahorrado 1.6 billones de dólares, según el Departamento de Comercio. Y el paro solo ha tardado seis meses en bajar del 7%, frente a los 59 meses que costó rebajar esa cifra durante la Gran Recesión. Con más de dos millones de vacunas administradas cada día, nadie duda de que el consumo se disparará en los próximos meses.

Temores sobre la inflación

La pregunta que aguarda en el horizonte inmediato es qué pasará con la inflación. Respetados economistas como Olivier Blanchard o Larry Summers temen que a medida que el crecimiento y el empleo tomen vuelo se disparen los precios para entrar en una peligrosa espiral que podría conducir a una superinflación semejante a la acaecida en los años setenta. Pero tanto la Fed como la Casa Blanca han quitado hierro a esos miedos, tras constatar la persistente estabilidad de los precios de las últimas dos décadas.

Ni siquiera los republicanos niegan el horizonte que potencialmente se aproxima. “Estamos a punto de experimentar un boom”, decía recientemente Mitch McConnell, su líder en el Senado. Y a diferencia de lo que pasó en 2009, Biden no da por concluido el trabajo. Quiere invertir miles de millones más para transformar las infraestructuras del país y liderar la economía verde, un proyecto que podría servir para que este inminente amanecer se prolongue en el tiempo y permita a EE UU mantener su ahora menguante hegemonía económica.