El coronavirus lo ha cambiado todo, ya no queda un sólo ápice de lo que conocíamos antes como realidad. Incluso también el modus operandi de las empresas en materia de evitar bajas o accidentes laborales, porque se hizo imprescindible la implantación de mascarillas, epis, mamparas, geles y otro tipo de elementos de seguridad para poder reiniciar la actividad después del confinamiento más estricto, o llevarla a cabo entre marzo y junio en aquellos servicios esenciales. En cualquier caso, el covid «ha puesto de manifiesto la falta de medios y de prevención en las empresas», señala el secretario de Política Sindical e Industrial de UGT en Aragón, José De Las Morenas, quien considera que una mejor actuación en estas políticas hubiera frenado antes la curva de contagios en el entorno laboral.

«El tema del covid-19 en los centros de trabajo no se abordó desde la prevención de riesgos laborales y fue uno de los errores principales. Hemos visto que en el origen de la pandemia había falta de medios de los empleadores y de empresas públicas respecto a la protección de los trabajadores que disponían de pocos o ningún medio ante una situación que ha sido brutal», añade el sindical.

En este sentido, el Gobierno de Aragón también reconoce que el coronavirus destapó «la debilidad de nuestros sistemas de seguridad y salud en el trabajo», según la directora general de Trabajo, Soledad de la Puente. «En un primer momento no estaban muy claras las pautas de actuación, por la falta de medios», destaca. Así como, por otro lado, supuso «un reto importante» a la hora de volver a la actividad laboral. En ese contexto, Soledad de la Puente recuerda y ensalza la función asesora constante durante esos meses del Instituto Aragonés de Seguridad y Salud Laboral (ISSLA) sobre cómo abordar el reinicio de la producción y cómo darle una continuidad. Unas peticiones que terminarían desencadenando en una guía autonómica de actuación, que se «condensó con el sector agrario», pero fue abarcando otros sectores, señala la directora general de Trabajo.

Desde el sindicato también lamentan la «falta de intervención de la inspección de trabajo bajo el criterio de salud pública» que podría haber ayudado a frenar los contagios dentro de las empresas. «Ese escenario de proteger la salud de los trabajadores no se ha abordado de una forma adecuada, y esperemos que no se repita», expresa De las Morenas. Un cuidado del empleado que, por ejemplo, no tuvo su foco en el sector agrícola y la temporada de recogida de la fruta. «Se han criminalizado sectores como el de los recolectores frutícolas, pero hay un marco de responsabilidad y deben ser los empresarios que contratan los que garanticen esas condiciones de los trabajadores», enfatiza el secretario de Política Sindical de UGT en Aragón. U otros como el de los matadores cárnicos, donde hubo muchos brotes y «se corrigieron tarde».

El miedo, «circunstancia normal»

Al final, los empleados son quienes más han sufrido las consecuencias del coronavirus. Principalmente el miedo, que era «una circunstancia normal». «Los profesionales afrontaban una situación desconocida, y con una evolución también desconocida. De ello se derivan situaciones relacionadas con el estrés o la presión y ansiedad psicológica en diferentes sectores que han estado al pie del cañón y ha quedado claro que son trabajadores esenciales», asevera De las Morenas. Por ello, en el Día Mundial de la Seguridad y la Salud en el trabajo, desde UGT piden «invertir en prevención» porque «la salud y la seguridad en el trabajo son un derecho fundamental».

Según los datos de la encuesta COTS, facilitados por el secretario de Salud Laboral en CCOO Aragón, Luis Clarimón, las trabajadoras en estos puestos de trabajo han estado más expuestas que la población asalariada en general a los riesgos psicosociales para los que más evidencia científica tenemos de efectos negativos para la salud. El 63,7% de trabajadores y trabajadoras empleadas en tiendas o supermercados de alimentación y/o productos básicos, el 62,9% de empleadas en el puesto de auxiliar de geriatría, el 58,7% de las asalariadas en la limpieza y el 56,5% de las auxiliares de enfermería han trabajado durante la pandemia en condiciones de alta tensión. En salud laboral se conoce como trabajar a alta tensión cuando las exigencias en el trabajo son altas, es decir, «tenemos más trabajo del que podemos hacer en el tiempo asignado y a la vez, tenemos un bajo control, es decir, poca influencia en la toma de decisiones sobre nuestro trabajo y pocas posibilidades de aplicar nuestras habilidades y conocimientos cuando lo realizamos», explica Clarimón. Desde finales de los años 70 del siglo pasado, se han realizado múltiples investigaciones en todo el mundo que demuestran de manera fehaciente que, si se trabaja a alta tensión, la cardiopatía coronaria es un 34% más frecuente, el infarto cerebral un 24% más frecuente y padecer ansiedad y depresión es un 82% más frecuente. Se trata entonces de un grave problema de salud laboral y de salud pública.

15.480 accidentes en el 2020 y ya son cinco los fallecidos en el 2021

El informe de siniestralidad laboral de Aragón revela que el año pasado concluyó con 15.480 accidentes en jornada de trabajo que causaron baja, por 23.785 que no lo necesitaron. Del total de esos siniestros, 15.378 fueron leves, 82 graves y 20 mortales. Entre los fallecidos, tres se registraron en el primer trimestre del 2020, y entre enero y marzo del 2021, ya son 5 las personas que han muerto en accidente laboral en Aragón, según el secretario de Salud Laboral de CCOO en Aragón, Luis Clarimón. Además, este año ya han sucedido 4.214 accidentes leves, 31 graves (un 51,6% en empresas de menos de 10 empleados), 719 in itinere, de los cuales 5 fueron graves.