Los productores de semiconductores no están siendo capaces de dar respuesta a todos los pedidos. Estos fabricantes, que son cada vez son menos, abastecen al mundo del automóvil pero también a muchos otros sectores que han ganado fuerza en los últimos años, sobre todo desde que comenzó la pandemia. 

De esta forma, en el 2020 se vendieron un 15% más de ordenadores, fruto de los confinamientos y el teletrabajo, hasta alcanzar unas ventas de 160 millones de unidades. El mercado de las tablets repuntó el 28%, a pesar de que llevaba cuatro años de caídas. Y el número de teléfonos inteligentes crece a un ritmo del 27% en el tercer trimestre, con 347 millones de móviles entregados. Eso por no hablar del aumento exponencial de los auriculares inteligentes (se vendieron un 20% más en el 2020) y las consolas, por citar solo algunas de las cifras que recogen los estudios especializados. 

Pero toda esa demanda está colapsando la producción de semiconductores de alta vanguardia, que se encuentra en manos de menos de apenas cinco productores (los principales son Intel, TSMC y Samsung) cuando en el 2001 había hasta 18 empresas. 

La fractura entre oferta y demanda ha llegado a muchos sectores, pero el del automóvil es uno de los peor parados porque los microchips de los vehículos son mucho más baratos que, por ejemplo, el de un procesador. Ante esa disyuntiva, los fabricantes han priorizado y han optado por suministrar antes a los clientes que les dan mayores beneficios, en este caso las firmas tecnológicas. 

Yolanda Bravo, del Colegio de Ingenieros Industriales de Aragón, subraya que los contratos son los que han marcado el orden de prioridad. Además, «los fabricantes europeos se han visto relegados», ya que la mayor parte de los productores están en Asia. Además, añade que la industria del automóvil, «además de que no han alcanzado alianzas fuertes con los fabricantes de semiconductores, no está siendo una actividad prioritaria para ellos». Son, sin duda, los efectos de la globalización.