Hace apenas dos años algunos de los avatares que han golpeado a la sociedad y a la economía mundiales eran casi inimaginables. Y en ese carrusel de crisis improbables las empresas se han topado con impactos duros e inesperados en sus negocios y sus operaciones. Las compañías españolas han tenido que lidiar con una pandemia global, con un brusco parón económico, algunas también con las consecuencias más locales de un temporal histórico como Filomena o incluso la erupción de un volcán, y ahora se enfrentan al impacto económico de una guerra en Europa.

Cuando aún no se ha conseguido dejar atrás la epidemia de covid y en plena inestabilidad e incertidumbre por los efectos económicos que vendrán por la invasión militar ordenada por el presidente ruso, Vladimir Putin, sobre Ucrania, las empresas españolas afrontan otros múltiples riesgos de cara a este 2022. Son otros miedos, otras amenazas, que condicionan el futuro cercano de sus negocios y las estrategias de los grupos empresariales para adaptarse a esos posibles vaivenes.

En medio de tantos cisnes negros y tantas disrupciones históricas, el Institut Cerdá -una fundación con sede en Barcelona que trata de alumbrar a empresas e instituciones sobre decisiones estratégicas- ha elaborado el primer 'Observatorio de riesgos para las empresas en España', en el que se detallan 31 amenazas para el país y para sus compañías en los ámbitos económico, institucional, medioambiental, social y tecnológico. Se trata de una llamada de alarma de amplio espectro sobre todo lo que puede salir mal, sobre todo lo que conviene adoptar medidas preventivas para que no lo haga. 

“No sabemos cómo serán las crisis que viviremos en el futuro, qué retos afrontaremos mañana, pero lo que sí podemos saber son esos riesgos que ya, en 2022, suponen una amenaza para nuestro entorno y para nuestras organizaciones”, explica Carlos Cabrera, director general de la fundación privada Institut Cerdà. “Tenemos ante nosotros la oportunidad, no solo de prepararnos, sino de anticiparnos a las próximas crisis y el Observatorio pretende ser un instrumento para ello”. Un compendio de amenazas en el que han participado grandes empresas como CaixaBank, Mercadona, Seat, Abertis, Enagás, Sabadell o Agbar.

Las amenazas más temidas

Se trata de una llamada de alarma de amplio espectro sobre todo lo que puede salir mal, sobre todo lo que conviene adoptar medidas preventivas para que no lo haga. Con la recuperación aún por completarse, algunos de los grandes riesgos económicos que las compañías deben afrontar pasan por la inestabilidad de precios o un alza descontrolada de la inflación que ya empieza a percibirse.

Las empresas también temen la persistencia o agravamiento de las tensiones en el aprovisionamiento de productos básicos o la rotura de cadenas de suministro globales que ya se han venido registrando en el último año. Y tendrán que prepararse frente a una eventual recuperación más lenta de lo esperado en sectores clave más impactados por la pandemia (singularmente el turismo) o para los problemas que puede generar un aumento del endeudamiento público (en casi el 119% del PIB español al cierre de 2021).

Entre los riesgos institucionales y geopolíticos a los que se exponen las empresas españolas este año figuran perder la enorme oportunidad que supone el despliegue de los fondos europeos del Plan de Recuperación -dada el mal currículum español en el aprovechamiento de los fondos comunitarios en años anteriores- y el temor a un debilitamiento de la colaboración público-privada en un momento clave para impulsarla.

Las grandes empresas también identificaban como un riesgo posible para la economía y sus negocios la posibilidad de tensiones en las relaciones bilaterales con otros estados, pero no estaban pensando en la guerra entre Ucrania y Rusia, sino más bien en un agravamiento del choque comercial y económico entre Estados Unidos y China. Y paradójicamente las compañías alertaban del impacto en su competitividad de un eventual debilitamiento de la relevancia de la Unión Europea, cuando la respuesta conjunta a la pandemia, a la crisis económica y ahora también a la invasión rusa sobre Ucrania apuntan muy al contrario a un aceleración de la integración europea y un reforzamiento de su peso en el orden global.

El miedo a los ciberataques

En el mapa de riesgos también figuran las amenazas tecnológicas, con las empresas intentando blindarse ante un incremento de la cantidad y sofisticación de los ciberataques, así como un fallo de infraestructuras críticas cada vez más digitalizadas. Un temor creciente en plena invasión de Ucrania y la posibilidad de una extensión del conflicto en forma de ciberguerra contra los aliados. Como reflejo de problemas ligados a la tecnología y transformados en riesgos de carácter social, el Observatorio destaca el peligro de la falta de información verídica y contrastada en el debate público, al calor de las fake news; y también un agravamiento de las brechas existentes, en forma de desigualdad social y desigualdad digital o de conocimientos.

Entre los riesgos medioambientales para los que las compañías entienden que deben prepararse figuran el incremento de los fenómenos meteorológicos extremos o problemas vinculados, como la sequía o el aumento del número y la virulencia de incendios; el fracaso en la mitigación o la insuficiente adaptación al combate de la crisis climático… También apuntaban como un riesgo no especialmente grave o urgente la posibilidad de fenómenos geofísicos, pero la erupción del volcán de La Palma muestra que no se trata de una amenaza tan improbable. 

"El Observatorio de Riesgos 2022 constata no ya la aparición o emergencia de nuevos riesgos o la consolidación de riesgos ya conocidos, sino la enorme interrelación entre todos ellos, que puede amplificar y agudizar los efectos en las personas, las empresas y la sociedad en su conjunto", indica Salvador Alemany, presidente del Institut Cerdà. "Tenemos la oportunidad no sólo de prepararnos, sino de anticiparnos a las próximas crisis".