'Isla energética' es una de las expresiones de moda o, al menos, de las más escuchadas en los telediarios de los últimos días, después de que a mediados de semana el Gobierno español apelase a este concepto en su último intento para urgir a Europa que le diese permiso para desvincular el precio de la luz del gas: "Es importante encontrar una fórmula que se adecúe a la realidad geográfica y energética de la Península Ibérica que, insisto, es una isla energética", defendía el viernes el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a su llegada al Consejo Europeo.

Y en esa frase está la clave del significado de esta locución que no es otro que la baja capacidad de intercambio de energía que tiene España con el resto de países europeos. Esto se produce por dos motivos principales: primero por sus circunstancias geográficas como península, al estar solo conectado con Europa a través de los Pirineos, pero sobre todo, porque en ese istmo el nivel de interconexión es muy bajo, tanto en el ámbito eléctrico como en el gasista.

En el caso del mercado eléctrico, al que hace referencia Sánchez al reivindicar ese concepto de isla energética en Bruselas, una interconexión son "las líneas y subestaciones eléctricas se facilita el intercambio de energía entre países vecinos", tan necesarias como "las carreteras, líneas de tren o de comunicaciones para intercambiar mercancías o datos", según explica en un vídeo el operador del sistema eléctrico español (Red Eléctrica).

Como explicaba hace un año la presidenta del Operador del Mercado Ibérico de la Energía, Carmen Becerril, en una entrevista en El Periódico, diario perteneciente al mismo grupo editorial que este medio, España está plenamente integrada con el resto de Europa desde el punto de vista técnico y tecnológico al compartir "el mismo modelo de mercado, el mismo algoritmo de casación, las mismas reglas y los mismos precios"; sin embargo, la convergencia no es total por la falta de esa infraestructura física.

La Unión Europea recomendó en 2002 que todos los países miembros tuvieran en 2020 una interconexión de al menos el 10% de su capacidad instalada de producción eléctrica. Ese objetivo se revisó en 2014 y se elevó hasta un 15% para 2030. Pero a día de hoy, España cuenta tan solo con cinco enlaces eléctricos con Francia que suman un total de 2.800 megavatios de potencia y suponen el 2,8% del total de la capacidad energética del país (100.000 megavatios), lejos de los 11.000 megavatios que tendría que tener para cumplir con el objetivo de la UE previsto hace dos años.

Seguridad y precio

La importancia de las interconexiones eléctricas radica es dos claves principales: mejoran la seguridad de suministro de los países, al facilitar el apoyo entre sistemas vecinos, y al mismo tiempo facilitan los intercambios comerciales y aumentan la competencia, al permitir que la electricidad vaya desde donde es más barata producirla hacia donde es más cara, con la consiguiente reducción del precio. 

Así, por ejemplo, si el sistema español tiene un desequilibro (alteración entre la generación de energía y el consumo) y se cae, la interconexión con Francia permitiría recuperar esa cantidad de energía perdida de forma instantánea para que no haya un apagón. Esto "se hace más evidente en situaciones de emergencia", dice Red Eléctrica en el vídeo. Y así ha quedado patente hace tan solo unos días, a raíz de la guerra de Ucrania. Este país se convirtió en una isla energética tras la invasión, al decidir dejar de estar conectada a la red eléctrica de Rusia. Entonces, el presidente Volodymir Zelenski pidió --junto a Moldavia, también en la misma situación-- a la Unión Europea poder conectarse a su red, hecho que se produjo el 26 de marzo.

Además, se añade un tercer beneficio fundamental en la actualidad: las interconexiones eléctricas permiten una mayor integración de energías renovables, al dejar que la energía verde que un país produzca en un momento determinado, pero no consume, pueda ser aprovechada por el otro país y, al mismo tiempo, permiten que un país como Francia, que tiene mucha nuclear, pueda actuar de respaldo de otro como España que tiene mucha renovable.

El caso del gas

En el caso del gas, España también está aislada de Europa y, de hecho, ese es uno de los principales motivos de que en una crisis como la actual, en la que la Unión Europea busca reducir su dependencia del gas ruso no se pueda convertir en parte de la solución como 'proveedor' de gas hacia Francia. El único gasoducto que hay entre los Pirineos tiene una capacidad de 7.000 millones de centímetros cúbicos. Esa es la cantidad máxima de gas que España puede enviar al resto de Europa, pese a tener un tercio de todas las regasificadoras de la Unión Europea, pues esa cifra supone solo el 4,5% de las importaciones de gas ruso de la UE (155.000 millones de metros cúbicos).

Según explican fuentes del mercado, esa carencia española es el motivo fundamental del 'enamoramiento' de Argelia con Italia en los últimos meses: El país de Mario Draghi sí tiene una conexión con el centro de Europa que le permite estar llamada a jugar un papel muy importante en el medio plazo para llevar esta materia prima al resto del continente.