El primer gran contrato se firmó hace justo cincuenta años. Gas Natural -entonces una filial casi recién creada por la centenaria Catalana de Gas para importar hidrocarburos- sellaba en 1972 un acuerdo con el monopolio argelino Sonatrach para el suministro de gas natural a España durante quince años. Apenas dos años después llegaba a Barcelona el primer barco con gas licuado procedente de Argelia.

Gas Natural ya había construido en el Puerto de Barcelona, en alianza con la estadounidense Exxon, la primera planta regasificadora en España. Se estrenó aquella planta en 1969 con el gas que venía de Libia. Un lustro después se iniciaban las llegadas de barcos desde Argelia. Y desde aquel primer metanero con gas argelino de 1974, en los últimos estertores del franquismo, y hasta hace apenas tres meses, España ha tenido de manera casi ininterrumpida a Argelia como su principal proveedor de gas natural.

Catalana de Gas, comandada por el gran pionero del sector nacional Pere Duran Farrell, lo había intentado ya en los sesenta sin éxito. Trató de sumar a España en 1960 al proyecto continental Eurafrigas, que aspiraba a llevar gas desde Argelia hasta Alemania occidental con un gasoducto de 2.600 kilómetros que pasaría por Cartagena y Barcelona. Y lo intentó también en 1966 con un nuevo proyecto gasista no nato para traer gas argelino a diferentes puntos del país.

El régimen franquista rechazó ambas iniciativas e incluso creó la Comisión Interministerial del Gas para designarla como único organismo autorizado para estudiar posibles proyectos para transportar gas africano por territorio español. La resistencia oficial fue férrea durante años. No fue hasta 1972 cuando el franquismo declaró que el gas natural estaba libre del monopolio, y al mismo tiempo, creaba la sociedad pública Empresa Nacional de Gas (Enagáspara participar directamente en el negocio. Y lo hizo a las bravas.

Tras el contrato sellado y activado por Gas Natural, Enagás firmó con Argelia su propio contrato de suministro de gas en 1975. Un contrato colosal -que luego se demostró desproporcionado- con unas entregas anuales altísimas y que estaba previsto que se mantuvieran durante más de dos décadas. Y, además, en los últimos estertores del franquismo, acabó subrogándose también el contrato de Gas Natural y asumiendo el control de la planta regasificadora del Puerto de Barcelona.

Planta de regasificación en el puerto de Barcelona. Joan Puig

“En el marco de una situación política inflexible, sin paliativos de ninguna clase, en la que a la razón industrial y a la fuerza moral de toda una historia se les oponía implacablemente la razón de Estado, hube de aceptar, en último término y por puro pragmatismo e instinto de conservación o de supervivencia, la cesión a Enagás de la planta de Barcelona y de los contratos de Libia y Argelia”, explicaba el propio Duran Farrell en una larga tribuna publicada por El País en 1990. “Gas Natural cesión pues a Enagás la planta y los contratos, y a Catalana de Gas la red de distribución”.

Pleitos internacionales

El enorme contrato de Enagás y Sonatrach comprometía la compra de 4.500 millones de metros cúbicos anuales durante 23 años (cuatro veces más que el acuerdo de Gas Natural, que era por 1.500 millones de metros cúbicos durante 15 años). En plena crisis económica de los ochenta, España sólo pudo ir adquiriendo un tercio de las cantidades contratadas, lo que derivó en que Sonatrach lanzó el primero de los pleitos internacionales que ha acabado enfrentándole con empresas españolas por discrepancias sobre las condiciones pactadas.

El contencioso se cerró con una solución pactada en 1985 directamente por el entonces vicepresidente del Gobierno socialista, Alfonso Guerra, con una compensación para el grupo argelino de 530 millones de dólares, un aumento del precio de las entregas futuras y el recorte de las compras de gas contratadas hasta 2004. Años más tarde, ya entrados los dos mil, Sonatrach y Gas Natural Fenosa (la actual Naturgy) se enfrentaron en otro pleito internacional por las discrepancias en revisión de los precios, que se resolvió en 2011 con el pago de la eléctrica española de 1.300 millones y que derivó en la entrada de la corporación argelina en su capital como accionista.

En los años noventa, tras la moratoria nuclear aprobada por el Gobierno de Felipe González, España realizó una apuesta política decidida por el gas natural en la industria y en los hogares, y por las centrales de gas para producir electricidad hasta convertirnos en una potencia en el sector. Para garantizar el despliegue masivo de plantas de gas y sus usos industriales y domésticos España reforzó sus lazos con Argelia como gran proveedor. Lo hizo primero en 1996 con un gasoducto que unía ambos países, pasando por Marruecos (Gasoducto Magreb-Europa, GME) y más adelante, en 2011, con otro tubo que unía directamente España y Argelia (Medgaz).

Planta de tratamiento de gas en Argelia. Shutterstock

Choque diplomático actual

Las relaciones hispano-argelinas han estado durante las últimas décadas condicionadas por los acuerdos energéticos. Los contratos de suministro de gas y las relaciones diplomáticas entre ambos países han ido irremediablemente de la mano. Más del 95% de los ingresos por exportaciones de Argelia provienen de la venta de hidrocarburos. Y el gigante Sonatrach no es un simple grupo energético, sino una herramienta fundamental de la estrategia económica y la política exterior de Argel. Las relaciones entre España y Argelia atraviesan actualmente un momento delicado, en el que energía y diplomacia se entrelazan de manera inseparable otra vez.

En plena crisis energética y en medio de la espiral de alzas de los precios, Argelia decidió cerrar el mayor de los gasoductos con el que suministraba gas a España, lo que ha provocado un vuelco en la estructura de las importaciones del país. La clausura del tubo submarino del Estrecho, a finales de octubre, ha obligado a España a disparar el peso de las compras de gas que llegan por barco y ha acabado por provocar un vuelco histórico el ranking de países proveedores. Tras cinco décadas de liderazgo permanente de Argelia, desde el pasado enero Estados Unidos se ha convertido en el mayor vendedor de gas a España y el mes pasado las compras al gigante americano concentraron el 43% del total de importaciones.

Transporte marítimo de gas. EP

Argelia echó el cierre el 31 de octubre al gasoducto Magreb-Europa, que conecta con España a través de Marruecos, como consecuencia del choque diplomático entre Argel y Rabat a cuenta del Sáhara Occidental. Tras 25 años en funcionamiento, el tubo quedó clausurado y no hay perspectivas reales de que se reactive a corto o medio plazo. Argelia garantizó al Gobierno español el suministro contemplado en todos los contratos con energéticas españolas (especialmente Naturgy, el mayor comprador), mediante la ampliación de la capacidad del otro gasoducto entre ambos países e incluso complementando los envíos utilizando barcos.

Pero en las últimas semanas las relaciones bilaterales se han enturbiado aún más tras el giro del Gobierno de Pedro Sánchez en torno al Sáhara Occidental, respaldando el plan autonomista de Marruecos para la antigua colonia española en detrimento de la autodeterminación que respalda el movimiento saharaui y también Argelia.

En plena crisis energética agravada por el impacto en el sector de la invasión militar de Rusia sobre Ucrania, Argelia ha ofrecido mantener los precios a todos los países compradores de gas. A todos salvo a España, para el que el Gobierno argelino se plantea “recalcular” el coste del suministro. Una advertencia que llega precisamente gigante argelino Sonatrach y la española Naturgy llevan meses negociando una revisión de los precios de sus contratos de suministro de gas para los próximos tres años.

Desde el sector gasista se insiste en que se trata de una “revisión ordinaria” de los contratos de las tantas que se hacen aproximadamente cada tres años, pero las negociaciones se han visto enrarecidas y tensionadas por el giro del Gobierno español. Con los mercados internacionales del gas desbocados y marcando cotizaciones récord, la subida de precio en la renegociación se da casi por hecho.

El propio presidente de Naturgy, Francisco Reynés, deslizó que el mejor resultado de las negociaciones de Sonatrach sería en todo caso mantener los precios actuales. "Pensar que una revisión de precios hoy de Argelia va a suponer una bajada de precios creo que es estar fuera del mundo", indicó el ejecutivo. Y preguntado sobre si da por hecho pues que el grupo argelino subirá los precios, Reynés zanjó con un “ya se verá”. El Gobierno español, en cualquier caso, insiste en desvincular por completo esa más que probable revisión al alza de su posición sobre el Sáhara y el enfado generado en Argelia, tradicional aliado del movimiento saharaui.