REVISTA DE LA RSA

Hacia una gobernanza transformadora

Nita Macía, directora del Congreso Internacional de Responsabilidad Social, discurre sobre temas como las nuevas gobernanzas o la nueva legislación europea en materia de sostenibilidad y Responsabilidad Social Corporativa, los cuales se trataron en el CRS9 de hace apenas unos días

Nita Macía, directora del Congreso Internacional de Responsabilidad Social.

Nita Macía, directora del Congreso Internacional de Responsabilidad Social. / El Periódico de Aragón

Nita Macía

Hace unos días celebramos la 9ª Edición del Congreso Internacional de Responsabilidad Social incorporando la preocupación sobre la necesidad que nuestro modelo de desarrollo económico y social gestione de manera transparente cuestiones derivadas de una correcta gobernanza.

Porque hace años la sostenibilidad se asociaba a valores puramente filantrópicos o solidarios. En un momento en el que la sostenibilidad parece ser en ocasiones un comodity, apelamos a un liderazgo que busque el equilibrio entre el crecimiento económico con la responsabilidad social. Vivimos en un contexto empresarial en que existen grandes expectativas sobre el papel que las empresas tienen no solamente en términos de macroeconomía, si no también en todo lo relativo al impacto que generan y en particular a su huella y a las nuevas demandas sociales. La gobernanza se ha expandido y necesita incorporar objetivos de gestión responsable. A esto hay que añadir los esfuerzos de los reguladores en incorporar cambios, a través de la legislación, para lograr cambios en el comportamiento empresarial. Promover un liderazgo transformador, que vaya mucho más allá de la gestión eficiente de recursos en el corto plazo, es obligado para una compañía responsable. Promover una gobernanza transformadora, que vaya mucho más allá de la gestión eficiente de recursos en el corto plazo, forma parte ya de una gestión eficiente.

En un escenario de grandes cambios, de volatilidad e incertidumbre provocados por conflictos geopolíticos, se abre el debate que existe un riesgo de eludir compromisos que han supuesto grandes avances para el progreso social y medioambiental. Y es precisamente en momentos como estos cuando se hace más necesario: tenemos la necesidad urgente de pasar de la reflexión a la acción

En un contexto en el que los derechos humanos y el desarrollo sostenible, donde algunos perciben la lucha contra el cambio climático como una amenaza o una política ideológica, y se incorporan en el debate los bandos y las bandas, cobra especial sentido la idea de la necesidad de crear vocación en las empresas y también en las administraciones y gobiernos para crear valor más allá del valor contable. Este año, en la novena edición del Congreso de Responsabilidad Social, se ha generado un gran debate, porque la gestión de la sosteniblidad es muy compleja, porque a los retos que con los que los trabajamos se suman otros nuevos que obligan a ponderar intereses nuevos.

De este modo, la sosteniblidad se configura como una meta a alcanzar para muchas entidades. Cumplir con la regulación y con el deseo de accionistas y clientes es un valor incuestionable, pero en ocasiones el afán de alcanzar este objetivo y demostrar a los diferentes grupos de interés, desde consumidores hasta accionistas, también ante los gobiernos, que sus prácticas de negocio son ecológicas y sostenibles, puede resultar tentador caer en prácticas engañosas.  

El CRS9 cumple 18 años. Ha llegado a su, mayoría de edad, y durante estos años hemos asistido a los cambios que ha experimentado la Responsabilidad Social y nosotros mismos. Lo que era voluntario se convirtió en obligado, lo que parece normativo, aporta valor, pero hay algo que permanece inalterable, la necesidad de poner a las personas siempre en el foco de cualquier debate. No existe sostenibilidad si no garantizamos un mundo «durable», las normativas no tendrán sentido si su fin real no es contribuir a la justicia, bienestar y dignidad de las personas.

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