Es posible que, desde las ciudades, se imprima en el imaginario colectivo que la vida en el pueblo es ruda, difícil y en soledad. Pueblos perdidos en los campos castellanos de Antonio Machado o escenarios costumbristas para las novelas de Delibes. Sitios donde desconectar un par de meses en verano de la intensa vida urbana y reencontrarse con la tranquilidad de lo rural.

Sin embargo, cada vez son más los que apuestan por ampliar esos períodos de tranquilidad y optan por emprender en el pueblo. Es el caso de María José Lerendegui, quien decidió, hace unos 15 años, ampliar y reformar su casa familiar en Sos del Rey Católico para convertirla en un hotel rural. «Cuando empezamos, vivíamos a caballo entre Zaragoza y Sos, pero las circunstancias nos trajeron aquí. En la ciudad el trabajo no iba demasiado bien y parecía que esto funcionaba, así que hace cinco o seis años nos trasladamos aquí definitivamente», cuenta Lerendegui. «Me siento orgullosa y, desde luego, la gente de ciudad tendría que saborear la vida de pueblo. Además, creo que la gente ahora se está planteando volver al pueblo con esto del teletrabajo. Dos o tres parejas jóvenes ya se han comprado casa aquí», explica Lerendegui.

Aunque cada vez son más los que deciden recomenzar en el mundo rural como vía de escape a la vida frenética de las ciudades, una gran parte de los emprendedores rurales han vivido siempre en los pueblos. Rubén Blasco, de 39 años, vive en Valareña, una pedanía cercana a Ejea de los Caballeros y se dedica al sector agrario. Blasco, que siempre ha vivido en el pueblo, fue a Zaragoza a estudiar una FP de mecánica, pero no le convenció la vida en la urbe: «Pruebas un poco a ver si te acomodas en la ciudad. Si te soy sincero, no se puede comparar a la libertad con la que vives en el pueblo. No tengo empacho en decirlo, aquí hay más comodidades».

Aunque sí ha notado un cambio en la forma de vivir en los pueblos: «La gente que se está quedando en el medio rural es gente que no quiere ser molestada. Cada vez son gente más adusta, que buscan la tranquilidad». Y añade, eso sí, que los habitantes del medio rural son «más normales». «La gente es menos extravagante, está todo más naturalizado. Igual es porque somos menos gente, pero no tienes que estar tratando de diferenciarte continuamente», explica Blasco.

María José Lerendegui lleva un hotel rural en Sos del Rey Católico / Rafael Cuevas es agricultor en Codo. Foto: Caja Rural de Aragón.

Carlos Pinilla, por su parte, es ganadero en La Muela. Con más de mil cabezas de ovino y una explotación de 230 hectáreas de cereal de secano, reconoce que «la vida en el pueblo es sacrificio». Cuenta que nació en el pueblo y que con doce o trece años empezó a ir con las ovejas. «Cuando era más joven», dice entre risas, «había veces que te ibas de fiesta y, nada más llegar, a cambiarse de ropa para ir al ganado». «Es un trabajo de 365 días al año y, en épocas de parición, como ahora, de 24 horas al día», cuenta. Sin embargo, Pinilla reconoce que está orgulloso de ser rural: «Durante los meses de confinamiento me daba cuenta de que soy un privilegiado. Venía a hacer lo que me gustaba y al aire libre. De hecho, lo ponía hasta en el estado de WhatsApp». Y se reafirma en ello: «Cuando haces lo que te gusta y disfrutas, ¡qué más puedes pedir! Si volviera a nacer, no cambiaría mi forma de vivir».

Rafael Cuevas, de 69 años, también lleva toda la vida viviendo y emprendiendo en el pueblo. En el suyo, Codo, se dedica al cultivo agrícola, del que destaca la plantación de olivos: «Vivo en el pueblo porque tengo mi trabajo en el pueblo. Solo bajo a Zaragoza al médico o a llevar a mi hija a algún sitio. Lo único que echo de menos son los churros. Mi vida es el campo, aquí hago lo que quiero».

Cuevas, que, por supuesto, se muestra orgulloso de vivir en el medio rural, se preocupa de igual manera por el devenir de la vida en los pueblos: «El futuro de los pueblos está, aparte de en los jóvenes, en gente que sea emprendedora, que luche. De nada sirve venirse para vivir mantenido. El campo es solitario, muy duro y desagradecido a veces».

Además Rafael cree que se debe apoyar desde las instituciones a los jóvenes ganaderos que vienen con ilusión a trabajar el campo. Por ello, agradece que algunas entidades como Caja Rural de Aragón se hayan implicado con los temas rurales. Cuevas explica que tener un departamento con varios técnicos jóvenes y con ganas que trabajan exclusivamente con el ámbito rural les sirve de gran ayuda para gestionar el papeleo, las ayudas de la PAC, etc.

En ello coinciden, también, Rubén Blasco y Carlos Pinilla, quienes destacan la apuesta por el campo desde hace varios años de la cooperativa de crédito, incluso cuando no era tan fiable como lo es el sector ahora, y el apoyo que les brindan con los anticipos de la PAC.

El mundo rural se posiciona ahora como una tierra de oportunidades. Y sus habitantes se muestran, ahora más que nunca, orgullosos de vivir en el pueblo.