Caprichoso, bueno, malo, travieso, inteligente, amable, obediente, tonto, valiente…En muchas ocasiones, utilizamos estos adjetivos para referirnos a los niños y a las niñas, pero no siempre somos conscientes de todo lo que conllevan para ellos y su desarrollo personal. Los adultos etiquetamos a las personas casi sin darnos cuenta, de forma automática. Sin embargo, cuando se trata de nuestros hijos e hijas, debemos saber que este tipo de etiquetas les encasillan y condicionan fuertemente sus conductas.

 Para transmitir esta idea y concienciar a los lectores en las consecuencias negativas de las etiquetas, la coach Beatriz Ayala ha escrito un precioso cuento titulado “¡Esto pica mogollón!”. A través de unas ilustraciones geniales creadas por Bea Sevilla, “¡Esto pica mogollón!” nos presenta a Arturo, un niño que sufre los problemas de las etiquetas en su colegio. Hablamos con su autora para aprender un poquito más acerca de este tema.

Beatriz, ¿cómo definirías el objetivo del cuento? ¿Es una historia sobre la importancia de la confianza y la autoestima?

Efectivamente, este cuento nos pone alerta sobre el efecto negativo de las etiquetas. Las etiquetas hacen que el niño pierda confianza en sí mismo y mina su autoestima y, lo peor, le estamos “obligando” a que se comporte de la manera en que le etiquetamos para darnos la razón. Al etiquetar, el niño no se puede forjar un autoconcepto sano de sí mismo, con lo cual puede incluso ocurrir que el niño que “asume” la etiqueta vea incluso modificada su conducta y su forma de ser.

 El objetivo de esta historia es llevar a los padres a una toma de conciencia, no sólo del daño que hacen esas inocentes etiquetas que ponemos a nuestros hijos, sino a la toma de conciencia de las palabras que salen de nuestra boca cuando nos dirigimos a nuestros niños.

Una de las profesoras de Arturo le dice: “Nunca vas a aprender nada, estás siempre en las nubes”, “Vas a ser un burro”. ¿Cómo pueden afectar estas frases tan negativas a los niños y niñas? ¿Crees que les afecta más cuando vienen de figuras de autoridad como es una profesora?

Estoy convencida de que afectan vengan de quien vengan y estoy aún más convencida de que cuando vienen de parte de una figura que para el niño representa la autoridad lo hacen mucho más.

 Cuando somos pequeños, nuestros padres son los “poseedores de la verdad”. Un niño no pone en duda lo que le dice su adulto de referencia, pues, sobre todo en edades tempranas, reconoce el mundo a través de la mirada de sus padres y ahí es donde encuentra la estabilidad, por eso, esas etiquetas se imprimen con más fuerza.

¿Puede que las etiquetas positivas también afecten a los niños?

Un sí rotundo. Las etiquetas positivas, curiosamente, también afectan al niño. Cuando los padres exageramos para resaltar, por ejemplo, una cualidad del niño, el niño actuará para ir buscando la aprobación del adulto. Además, una etiqueta positiva como “eres el mejor” le añade un peso difícil de llevar, mucha presión, le resta tolerancia a la frustración y, de nuevo, provoca que el niño actúe sólo para ser el mejor, dejando de lado su gustos y pasiones, sólo por obtener la aprobación de los demás. El niño se va a lo fácil porque sabe que así “seguirá siendo el mejor” y no defraudará a quienes le etiquetaron de aquella manera.

 ¡Ojo! Los padres llamamos “campeones” a nuestros hijos con la mejor de las intenciones, incluso con el ánimo de reforzar su autoestima, sin embargo, el efecto que las etiquetas están haciendo no es precisamente el esperado.

¿Por qué crees que muchos adultos siguen categorizando a los niños en buenos y malos? ¿Cómo desterrar este pensamiento?

Yo creo que no hay niños malos, simplemente hay comportamientos más o menos tolerables.

 Es importante recordar que fuimos niños, recordar cómo nos sentíamos cuando nos regañaban, nos anulaban o nos etiquetaban y que eso era, quizás, lo que nos llevaba a ser rebeldes, que no malos. Los adultos llamamos malos a los niños que no se comportan como nosotros esperamos que se comporten y eso no tiene ningún sentido. Un niño rebelde es un niño con criterio propio y eso es una gran baza el día que sea un adulto.

¿Cómo desterrar ese pensamiento? Te devuelvo la pregunta ¿queremos que nuestros hijos desarrollen su pensamiento crítico y digan a todo que sí?

Imagen del cuento de Beatriz Ayala '¡Esto pica mogollón!'.

Las palabras amorosas de su madre hacen que a Arturo le crezca una nueva etiqueta, esta vez positiva y que parece una capa de super héroe… ¿Cómo podemos fomentar la autoestima de los niños a través de la motivación? ¿Por qué crees que la forma en la que nos comunicamos y las palabras que escogemos con ellos son tan importantes?

 Las palabras son muy poderosas, construyen o destruyen, por eso es importante que las escojamos con amor.

 Poner etiquetas es un proceso automático, por eso, es muy fácil ponerlas y un poco más difícil quitarlas. Hay que hacer una verdadera toma de conciencia y para ello, los padres, podemos centrarnos en la acción concreta y específica que realiza el niño en lugar de en el carácter. No porque algo te sale hoy mal eres un torpe y, no porque algo te sale de maravilla hoy eres un genio. Centrémonos en lo que el niño hace bien y dejémosle espacio para cometer errores.

¿Consideras que debemos recordarles sus fortalezas en lugar de recordarles sus debilidades?

Sí, debemos recordarles sus fortalezas y potenciarlas incluso. Hay una frase que me gusta mucho, de autor desconocido, o al menos yo le desconozco, que dice: “Pongamos en práctica elogiar más a nuestros hijos por sus talentos que criticarlos o corregirlos por sus errores”.

¿Podrías darnos algún consejo para fomentar la confianza de los niños en el día a día?

La confianza se fomenta justamente en el día a día, por ejemplo, recordándoles sus logros, dejándoles asumir riesgos seguros, desafiándoles a salir de su zona de confort, permitiéndoles cometer errores, dándoles responsabilidades acordes a su edad…

¿Cómo les afectará en su edad adulta la confianza que adquieran en sí mismos durante la infancia?

Un niño que crece con confianza es sí mismo será un adulto confiado, un adulto de éxito, pues la confianza le proporciona seguridad, autoconocimiento (constructivo), el aspecto social necesario para relacionarse con sus pares, autonomía, la seguridad de sentirse capaz… Será un adulto tolerante, atrevido, asertivo y, seguramente, perseverante y apasionado.

Al final del cuento, incluyes una guía muy útil para padres y educadores. ¿Qué beneficios les aportará a las familias la lectura de este cuento?

Esta guía rápida nos ofrece tanto a padres como a educadores la oportunidad de traer a la conciencia el daño que las etiquetas pueden hacer a nuestros niños y nos brinda la oportunidad de reflexionar antes de hablar, de prestar atención a las palabras que utilizamos, así como a los gestos o incluso al tono de voz.

Igualmente, invita a los padres a utilizar un lenguaje positivo, yo diría, un lenguaje “ecológico”, y a incitar a los niños a desarrollar una reflexión positiva, un pensamiento crítico.