Si tienes un teléfono móvil Huawei puede que esta semana te hayas enterado de que va a dejar de funcionar. Esto se debe a que el gobierno de Estados Unidos ha prohibido hacer negocios con la empresa china de tecnología a las compañías de su país, entre ellas Google, que ha anunciado que aplicaciones como el correo de Gmail podrían no funcionar en los terminales de la marca y que no realizará más actualizaciones de su sistema operativo.

En realidad, la medida no va a afectar a los teléfonos Huawei que ya se han comprado, sino a los que se van a fabricar y vender próximamente, pero hará que más de uno se lo piense dos veces antes de adquirir un dispositivo del fabricante asiático.

El de Huawei es solo el último episodio de la guerra comercial que Estados Unidos y China mantienen desde hace un año y que afecta ya a empresas y consumidores de todos el mundo.

El 1 de junio del 2018, el gobierno de Donald Trump estableció unos aranceles (impuestos a las importaciones) de más del 25% para más de 900 productos procedentes de China, lo que supuso que fueran un 25% más caros para los consumidores estadounidenses.

Entre estos productos figuran materias primas como el acero -una industria con mucho peso en Estados Unidos- o los chips semiconductores que llevan televisiones, ordenadores, coches y teléfonos móviles, es decir, productos que se utilizan para fabricar otros productos.

En respuesta, China aumentó los aranceles para determinados productos procedentes de los Estados Unidos, sobre todo productos agrícolas, médicos y algunas materias primas, iniciando así la guerra comercial entre estos dos gigantes de la economía mundial.

Un año después y lejos de terminar, el conflicto ha dado un nuevo giro, ahora con el sector tecnológico como campo de batalla. Y es que a nadie se le escapa que cada vez más personas optan por comprar móviles de marcas chinas, con la misma tecnología pero a precios mucho más baratos que los fabricantes estadounidenses.

Según Nieves Ágreda, subdirectora de la Cámara de Comercio e Industria de Zaragoza y directora de su área de Comercio Internacional, la guerra comercial que libran Estados Unidos y China consiste en «poner barreras a la libre circulación de mercancías con el incremento de aranceles por parte de China y Estados Unidos a los productos procedentes de uno y otro país». De esta manera, añade, «se encarece la importación de las materias primas, ya no resulta tan competitivo traerlo de fuera y las empresas optan por el producto que tienen en el interior de tu territorio».

Ni las guerras comerciales ni los impuestos a las importaciones son algo nuevo. «Habitualmente, los países han utilizado los aranceles como una forma de proteger su industria y su producción nacional frente a la que procede de otros países», explica Ágreda, si bien la tendencia en los últimos años ha sido eliminar barreras para la libre circulación de mercancías.

Efectos en la economía global

Según la experta, «como vivimos en una economía muy globalizada, esta guerra comercial nos está afectando a todos, porque empresas de cualquier país, incluido el nuestro, compran y producen parte de sus productos en China».

Además, los aranceles se aplican al origen de la mercancía. Es decir, «una empresa española puede fabricar un producto que incorpora productos intermedios fabricados en China, y según el volumen de productos chinos que incorpore el producto, puede darse la situación de que el producto de la empresa española sea calificado como chino», explica Ágreda.

Anuncios como el de Huawei de la semana pasada tienen también un efecto inmediato en la confianza de los mercados y de los consumidores. «Los particulares nos empezamos a cuestionar si ese teléfono que tenemos va a poder funcionando o no, y cuando tengamos que decidir el próximo teléfono que nos compramos, empezaremos a pensarnos, si es de China, si lo compramos o no», dice la subdirectora de la Cámara, que compara este dilema con el que puede tener hoy en día cualquier empresa a la hora de comprar mercancías en China o abrir una nueva fábrica en este país asíatico.

«Al final, se trata de una situación rara en el mercado internacional que condiciona las decisiones de compra e inversión. Disminuye el crecimiento económico y se encarecen productos como la tecnología, porque cuanta menos competencia hay, más aumentan los precios», dice Ágreda.

Para la experta, la solución pasaría porque ambos países llegarán a un acuerdo, pero «los datos que está habiendo en Estados Unidos -la tasa de paro es actualmente del 3%- son muy buenos y es un riesgo para desenmarañar esto», aunque «estos buenos resultados pueden cambiar». El Fondo Monetario Internacional (FMI) alertó la semana pasada del incremento de los precios que están sufriendo los consumidores y empresas estadounidenses.