Triste y solitaria noche la de hoy que desgraciadamente no puedo compartir junto a ti, mi fiel amigo, detective Bradley. Leo el periódico de esta mañana ya que no tuve ni una pizca de tiempo para despegarme de mi ordenador. En un momento recorro con la mirada toda mi desordenada mesa de trabajo, hacía tiempo que un caso no me resultaba tan interesante, y eso para mí era sumamente frustrante.

Cogí la taza que reposaba a mi lado y, dándole un corto sorbo, deseé que por esa puerta de madera entrara un hombre con un caso misterioso, donde pudiera utilizar toda mi inteligencia.

Como si alguien me hubiera escuchado, mi deseo se cumplió y, en efecto, apareció un hombre mayor, elegante y con rostro temeroso. Levanté una ceja y le di las buenas noches para proseguir a su inesperada visita a altas horas de la noche.

-Sé que resulta extraño que me presente aquí a esta hora, pero debo informarle de un asesinato que ocurrió hace un par de días y no descifro la verdadera causa de muerte. Pregunté a gente quién era el mejor detective y todos le nombraron a usted, espero que este caso no se le quede corto, Señor Felton. -dijo el hombre dejando su sombrero y sentándose delante de mí.

-Me enorgullece ver que acude a mí, ¿podría usted contarme lo que ocurrió?

-El cadáver es de mi hija menor, llamada Helena. Toda la familia está decaída, pero yo solo quiero justicia. Hacía días que no recibía llamadas suyas ni un mísero mensaje, cosa extraña en ella. Y tras varios intentos en vano de llamar a su móvil decidimos mi mujer y yo visitarla. Nada más abrir la puerta pudimos ver manchas en la pared a lo largo del pasillo que conducían al cuarto de baño. La puerta estaba abierta y vimos una gran charco de sangre en mitad de la habitación y el cadáver de mi hija colgado de...

Su voz se cortó por un momento y tras un largo suspiro prosiguió: -De la ducha. Ella estaba colgada en la pared mediante unos clavos. Su ropa estaba rota y el espejo también. Saqué a mi esposa de esa horrorosa escena y llamé pitando a las autoridades. Mientras esperaba, me fijé en cada detalle. Lo que más me desconcertó fueron las pisadas de un animal en el techo y un rastro de baba de la puerta hasta el cadáver. Las autoridades nos dijeron que fue un cruel y vil asesinato. Nadie nos daba una mínima teoría de las huellas y la baba, entonces, harto de personas que esconden información, decidí contactar con usted. Le pagaré lo que sea, pero dígame qué le ocurrió a mi hija.

Mi mano se posó en mi mentón y cerré los ojos imaginándome la escena. Todo podría cuadrar menos las malditas huellas. Me ofrecí a ayudarle y con un apretón de manos y una sonrisa tranquilizante le di a entender que me pondría con ello lo antes posible. Le acompañé a la salida acordando quedar al día siguiente para ir a la escena del crimen.

Nada más ver al hombre girar la esquina, oí un ruido muy fuerte acompañado de un grito. Al momento percibí el sonido de otro segundo disparo. Asustado de que fuera el hombre afectado por ese asesinato, corrí lo más deprisa que pude.

Llegué y me desplomé en el frío suelo de la calle; en efecto, era él. Pese a la poca iluminación, pude ver baba al lado de él. Le hablé, lo moví e incluso escuché el último latido de su corazón.

Derrotado, fui hacia mi apartamento para llamar a la policía, pero nada más llegar noté cómo todo estaba revuelto. No había duda; alguien acaba de estar aquí. Corriendo, me dirigí al escritorio a por mis notas sobre el caso y pude ver un rastro de cenizas hasta el fuego encendido que desprendía luz y calor.

Bien pensado, asesino, pero no eres consciente de que un Felton nunca se rinde hasta escribir punto y final a un caso.