España es, junto a Portugal, el país de la Unión Europea que más ansiolíticos, sedantes y antidepresivos consume. El 6,7% de la población está afectada por ansiedad, exactamente la misma cifra de personas con depresión. Entre el 2,5% y el 3% de la población adulta tiene un trastorno mental grave, y dos millones de jóvenes de 15 a 29 años (30%) ha sufrido síntomas de trastorno mental en el último año. Además, la presencia del covid-19 ha agravado la situación, disparándose los casos de ansiedad y depresión.

Sin embargo, decir que vas al psicólogo sigue siendo percibido como algo anormal. Siempre se dice por lo bajo, y si te pregunta alguien con quien no tiene mucha confianza, vas al «médico». Yo me planteo una cuestión sencilla... ¿por qué? Nadie diría con oprobio que va a rehabilitación por rotura de una pierna, o que toma medicación para sanar una amigdalitis. La sociedad parece aceptar cualquier desorden físico, pero en cuanto se trata de trastornos mentales y de salud psíquica, agachamos la cabeza.

Esta situación social no solo evoca un sentimiento de rechazo en la gente que recibe ayuda psicológica, sino que también implica de manera indirecta que la gente no se vea apoyada a la hora de tomar una decisión o pedir ayuda a un profesional en un momento difícil.

El miedo al rechazo y sus consecuencias

Lo que estimula este estigma es el aumento de trastornos mentales que no son tratados, el empeoramiento del estado anímico del individuo al pensar que puede llegar a necesitar ayuda o incluso vidas que no pueden ser salvadas porque han sufrido sus batallas en silencio, por miedo al rechazo o a sentirse incomprendidos.

Es cierto que puede resultar difícil para las anteriores generaciones entender la gravedad del asunto. La salud mental no ha sido valorada hasta ahora, que se empieza a reconocer y a hablar públicamente de su importancia. Por eso no podemos dejar de luchar en este momento; tenemos que lograr la desestigmatización de las enfermedades mentales en orden a mantener una sociedad feliz, realizada y sana.

En marzo de este año, la salud mental fue debate en el Congreso de los Diputados. Mientras unos reclamaban un plan de salud mental y remarcaban la importancia del asunto, otros, irrespetuosamente, burlaban y humillaban esa posición.

Pero al final, eso no es más que una prueba más de la realidad del problema. Un problema que nos concierne a todos y por el que tenemos que luchar para lograr una comunidad en la que reine el bienestar.