En el Malevolence

Estaban reunidos en la asamblea los pocos líderes separatistas que quedan en la galaxia. 

–Ahora que no está el Imperio metiendo sus narices en nuestros asuntos podremos gobernar la galaxia libremente –dijo uno con voz perversa. 

–Sí, pero todavía está por ahí la Alianza Rebelde que destruyó la primera estrella de la muerte –aseguró otro.

–Y la segunda –terminó otro. 

En la sala se abrió la puerta principal y entraron dos droides grandes de un metro y medio con una barra de metal cada uno; eran fuertes y daban absoluto miedo.

Se colocaron en los laterales de la puerta principal y detrás de ellos entró una figura de otro droide encorvado que al ponerse de pie media los dos metros. Era el general Grievous.

–Señores, tranquilícense. Tan solo estamos opinando sobre nuestro sistema de gobierno –dijo el general con una voz terrorífica. 

–Quisiera tomar la palabra –añadió el gobernador Craiz.

–Yo solo estoy aquí para aclarar que Tatooine, que antes formaba parte de la Confederación de Sistemas Independientes, no lo va a hacer esta vez. Ahora que tenemos paz y el Imperio ya no está, de momento, nos mantendremos al margen del asunto –aclaró Craiz. 

En ese preciso instante continuó: 

–Bueno, entonces señores, yo no tengo que estar en esta reunión así que si me disculpan…

El gobernador Craiz se dirigió hacia la puerta, pero al momento las barras de los guardias del General se activaron y en los extremos de estas comenzaron a chispear rayos morados y sus bastones se pusieron en forma de cruz impidiéndole a Craiz abandonar la sala. 

–Gobernador Craiz, no comparto su valoración tan negativa de la situación, pero le ruego que acepte, por su propio bien– dijo Grievous. 

–¡No, General! La última vez que acepté, mi planeta se puso en guerra con la República y sufrió las consecuencias. Esta vez no, ni siquiera con sus amenazas.

 Al instante Grievous respondió: 

–Como usted desee, gobernador. En ese preciso instante, el general levantó la mano y a la sala entraron dos guardias con pistolas. Lo agarraron y a la fuerza le sacaron al pasillo. 

Se cerró la puerta y se escuchó: 

–¡No, no, no, nooo!

Se oyeron unos disparos láser que dieron por finalizada la disputa. 

–Bien, ¿por dónde íbamos señores? –dijo Grievous con voz perversa.

Continuará...