El Periódico del Estudiante
Rincón literario: Ganadores del concurso de relatos de terror del IES Ramón J. Sender de Fraga

Cartel del concurso, firmado por uno de los profesores. / Jaime Alcántara Durán
El Periódico del Estudiante
Con motivo de la festividad de Todos los Santos, EL IES Ramón J. Sender, de Fraga (Huesca), organizó un concurso de relatos de terror. Los ganadores de las diferentes categorías han sido:
Categoría 3º y 4º ESO: Mi venganza contra la ciudad, de Leyre González Bermúdez (4º ESO)
Categoría Bachillerato: Sentimientos, de Jacobo Sisó Sánchez (1º Bachillerato)
Accésit: El susurro, de Dani Puyal Puyal (1º Bachillerato).
'MI VENGANZA CONTRA LA CIUDAD'
Me llamo María del Carmen y os voy a contar mi historia. Nací en un pequeño pueblo cerca de Sevilla. En mi pueblo natal, no vivía mucha gente, era un pueblo tranquilo, aunque escondía muchos secretos. Me crié en un convento de monjas, ya que me quedé huérfana con tan solo ocho años, cuando un hombre asesinó a sangre fría a mi familia. Yo era una niña risueña, alegre, divertida y pacífica, hasta que me acogieron en el convento.
El incidente sucedió la noche del treinta al treinta y uno de octubre de 1972, la noche de Halloween. Nos preparábamos para dormir después de cenar. Mientras mi hermana Millie y yo preparábamos la cama después de jugar con las muñecas, escuchamos un ruido muy fuerte, como si hubiera explotado algo. Mi madre estaba abajo en la cocina, recogiendo los platos y mi padre en el salón apagando la televisión. Miré a mi hermana cuando escuchamos un disparo en la planta baja. Mi hermana se escondió en el baño, mientras yo me quedé aterrada en mi habitación, pensando qué hacer o cómo podía actuar.
Escuché gritos desgarradores de mis padres. A continuación, el silencio y después, unos pasos que subían las escaleras de madera. Descubrió a mi hermana escondida tras la puerta del baño, la cogió del pelo y no le importó acabar su vida con esa escopeta de caza. Sabiendo que toda mi familia estaba muerta y ya no podía hacer nada al respecto, escapé por la ventana. Pude correr para pedir ayuda, o al menos lejos de ahí, pero no lo hice. Esperé detrás de la casa. Quería ver que el asesino salía de mi casa, que el hombre que había asesinado a mi familia se alejaba de mi hogar. El hombre salió de la casa. Era de complexión grande, anchos hombros, y aunque una máscara horrible tapara su cara, en sus ojos se reflejaba odio. Entré a la casa y vi a toda mi familia en el suelo, ya sin vida. Me tumbé abrazada sobre el cadáver de mi madre y lloré el resto de la noche.
A la mañana siguiente, los vecinos se enteraron de lo ocurrido. Lo único que recuerdo tras despertar, fue ver a una mujer delgada, de ojos azules y pelo negro como el azabache, acompañada de otra señora con vestimenta de monja y pelo blanco. Me llevaron en una furgoneta y aparecí en el convento que, al cabo del tiempo, se convertiría en mi peor pesadilla. Los primeros días intentaron engañarme dándome golosinas que, en realidad eran somníferos y, al ver que no me los tomaba, empezaron a encerrarme en un cuarto oscuro durante horas. Creé un plan: fingía que me tomaba las pastillas, pero, en realidad, iba al baño y las escupía.
Cuando cumplí catorce años, las monjas empezaron a maltratar físicamente a las pacientes, incluida yo. Una noche, cansada de sufrir allí dentro, decidí escaparme. Intenté convencer a las demás, pero seguían bajo el efecto de las drogas que nos daban; además, estaban convencidas de que el maltrato físico que sufrían era para eliminar el psicológico. Aturdida por estas palabras, decidí llevar a cabo mi plan sola. A la hora de la cena, le robé las llaves a una monja. A las doce de la noche, abrí corriendo la puerta y escapé, dejando sonar la alarma y ver cómo decenas de monjas venían detrás de mí. Pero a mí me daba igual, la pesadilla había acabado.
Pasaron los años, me convertí en una vagabunda, me refugiaba en la noche y buscaba alimento por el día. Así continué hasta mis veinte años, cuando una oscuridad nació en mí. Era un lado siniestro, el cual desconocía. Era un sentimiento tan oscuro que solo quedaba en mí odio y rencor a la ciudad que me vio nacer. Era sed de venganza por lo que aquel hombre le hizo a mi familia; sed de venganza hacia una ciudad que no hizo justicia por sus habitantes y que dejó que una niña de tan solo ocho años sufriera tanto durante mucho tiempo. Decidí tomarme la justicia por mi cuenta, empezando por las monjas que me maltrataron. Volví al convento, pero estaba muy cambiada. Cometí el crimen perfecto, envenené a las monjas con adelfa, una planta mortal. Me quedé en el viejo convento para elaborar mis asesinatos. Veinte días después de la muerte de las monjas, pensé que ya era hora de escarmentar a la ciudad. Me colaba en las cosas de noche, para acabar con todos y vengarme de una vez por todas. Primero, entré a la casa de mi vecina, Mery, quien llevaba viviendo ahí décadas. Esperé el momento perfecto. Cuando en la madrugada se levantó a por un vaso de agua, la ahorqué con un arco que encontré ahí. Ni me molesté en esconder su cuerpo, lo dejé en medio del salón y me fui.
Al cabo de dos semanas, cometí el resto de los crímenes. Maté a todos mis vecinos de la forma más cruel posible. Analicé a quien más podía asesinar, pero solo tenía a una persona en mente, la persona que mató a mi familia hacía doce años, el cual nunca alcanzó su castigo. Tras varias semanas de investigación, descubrí quien era el asesino. Era el padre de Lizzy, una compañera de primaria, con la cual nunca me llevé bien, Su padre asesinó a mi familia por envidia, por ver que éramos más felices que ellos, por más que tenían más dinero y nosotros éramos pobres, pero la felicidad que nosotros teníamos y ellos no, no lo soportaron nunca. Decidida, fui a la casa donde vivían. Quería verlos sufrir, así que les disparé a los dos en la cabeza. Se había hecho justicia.
Al cabo de tres años, me arrestaron por todos los crímenes que había cometido. Ahora estoy cumpliendo condena en una cárcel lejos del pueblo. No me arrepiento de nada de lo que hice. Vosotros, ¿qué creéis? ¿Me merezco estar aquí por la justicia que impartí?
SENTIMIENTOS
Tomas conciencia por una fuerte presión en el pecho, abres los ojos, estás en tu cama, y eso aparece otra vez. Ha vuelto, aunque más bien no se ha ido. No le das importancia, pero eso está ahí, y te da miedo ver su verdadera magnitud. Te intentas tranquilizar pensando que estás solo en tu cuarto y que no hay nada, pero eso te hace ver que no hace falta que estés dormido para que te atemorice. Pasa todo el día junto a ti, haciendo que lo veas todo oscuro bajo una pátina de tristeza. Estás cansado de que te siga e intentas correr, pero cuanto más corres con más facilidad te adelanta, y si decides darte la vuelta aparece frente a ti. Ahora sí, todo está oscuro, con mucho ruido, pero nada claro, solo eso y tú. Desesperado, intentas moverte entre la oscuridad, viendo algunas veces la luz intentas ir hacia ella pero nunca llegas. Cuanto más avanza más te pesan las zancadas y los brazos, la cabeza y el pecho. Correr se convierte en andar y andar se convierte en parar para luchar por respirar. Estás agotado, todo te pesa, no entiendes el porqué, cada vez lo ves más grande y más cerca. Al final, llega hasta donde estás, llega sin ninguna dificultad. Tú, agotado y sin esperanza, te rindes, te caes, pero esta vez ya no te levantas. Lleno de miedo cierras los ojos y te ves indefenso. Sientes una fuerte presión dentro de tu pecho. Con desdén abres los ojos. Estás en tu cama.
EL SUSURRO
Veintitrés cincuenta y cinco. Carlos consigue por fin tumbarse en su cama tras un largo día de trabajo. Apaga la luz de su cuarto. Hace frío. Intenta dormir, no puede, da una vuelta, y otra, y otra, intenta quedarse quieto. Carlos escucha un susurro en su habitación. Enciende la luz, se sienta en la cama, mira a su alrededor, nada ha cambiado, está todo dónde siempre ha estado, Carlos cree que su cansancio le ha llevado a la alucinación.
Carlos decide volver a tumbarse, encuentra la posición, y apaga la luz. Hace más frío, Carlos lo pasa mal, la ausencia de su mujer hace la cama enorme, comienza a pensar en ella, ¿Cuándo volverá?, mejor dicho, ¿Volverá? Carlos escucha un susurro en su habitación, esta vez más alto y distinguiendo su nombre. Carlos se sienta en la cama, enciende la luz, sus pulsaciones se aceleran mientras observa la misma habitación de siempre. Carlos está asustado, no sabe qué hacer, mira el reloj, dos y cinco. Se tumba en la cama de nuevo. Hace mucho frío. Carlos intenta dormir, esta vez con la luz encendida, por protección, cierra los ojos.
Carlos escucha un susurro en su oreja
- “Estoy más cerca, Carlos”-
La luz se apaga sola.
La oscuridad le consume.
- El 'paraíso fiscal' para los coches en Aragón: un pueblo de Zaragoza tiene 17 vehículos matriculados por habitante
- El negocio redondo para el Real Zaragoza con el adiós de Adrián Liso
- Pepe Álvarez (UGT): 'Tenemos que hablar de los corrompidos pero también de los corruptores, que son las empresas
- Las familias del colegio religioso de Zaragoza donde se han denunciado abusos a menores: 'Sentimos mucha vulnerabilidad
- La Policía investiga a un profesor de un colegio religioso de Zaragoza por supuestos abusos de menores
- Gran oportunidad para familias en Zaragoza: se vende piso de cuatro habitaciones con terraza en el centro por 210.000 euros
- El billete del bus subirá en Zaragoza la próxima semana: estos son los nuevos precios
- Olvídate del toldo: la alternativa económica de Ikea para disfrutar del verano a la sombra