EL ESTUDIANTE
Un fenómeno mundial: así empieza a afectar el turismo masificado a los pueblos de Aragón
Cada vez más personas visitan nuestra comunidad autónoma, pero no todos ven el turismo como una ventaja. Los especialistas analizan este problema para el entorno y sus habitantes

El turismo masificado afecta en Aragón a municipios como Alquézar, Albarracín, Torla-Ordesa y Sallent de Gállego. / Jaime Galindo
Con la llegada del verano son muchos los aragoneses que preparan las maletas y las mochilas y se dirigen a sus destinos vacacionales favoritos. ¿Playa o montaña? ¿Pueblo o ciudad? Las opciones son ilimitadas, pero hay un fenómeno que todos ellas comparten y que en los últimos años ha hecho saltar las alarmas: el turismo masificado. Esto ocurre cuando un determinado destino, atractivo turístico o entorno natural recibe un número excesivo de visitantes.
Y no solo nos referimos a pueblos de postal o playas paradisiacas, el turismo masificado ha llegado hasta el monte Everest. En los últimos cinco años, el número de expediciones en la Cordillera del Himalaya se ha multiplicado por ocho, provocando graves consecuencias en el entorno como la pérdida de hielo o la acumulación de toneladas de basura. Pero no hace falta cruzar el continente para observar esta masificación del turismo, lo tenemos más cerca de lo que pensamos.
Estos son los pueblos más afectados de Aragón por el turismo de masas
Este fenómeno ha llegado a determinados pueblos aragoneses para los que el turismo es un importante motor económico, pero que en exceso, provoca tensiones. Según datos de la Universidad de Zaragoza, se concentra en el Pirineo y alrededores. La naturaleza, el patrimonio y la belleza de esta tierra hacen que municipios como Sallent de Gállego, Alquézar o Aínsa se consoliden como visitas obligadas. Pero no son los únicos, Albarracín, en la provincia de Teruel, ha enamorado a miles de turistas con sus espectaculares calles, impresionantes vistas y gran biodiversidad. Pero, ¿qué sabemos realmente sobre el turismo masificado? La profesora de Psicología y Sociología de la Universidad de Zaragoza, Victoria Sanagustín, explica qué ocurre cuando la llegada masiva de visitantes provoca «una disminución en la calidad de vida en la localidad y en la calidad cultural y social de la visita disminuya». María Nogueras, gerente de la Escuela Universitaria de Turismo de Zaragoza, coincide en ese argumento y añade que, además, «repercute en el medio físico y la vida cotidiana de los autóctonos». Pero esta situación va más allá que alguna ligera molestia, conlleva graves repercusiones.
¿Cómo afecta el turismo masificado a los municipios de Aragón?
Según apunta Nogueras, el aluvión de visitantes conlleva consecuencias económicas, sociales y medio ambientales. En la vertiente económica hace referencia a «la falta de repercusión económica que los turistas dejan en el destino». Explica que para algunos puntos de nuestra geografía «las agencias de viajes ofertan excursiones de un día a un precio muy bajo». Por ello, llegan autobuses «cargados de turistas, pasan un rato y se van, sin invertir en la localidad ni alojarse en sus hoteles ni casas rurales». Un claro ejemplo de ello es el turismo de cruceros, miles de personas desembarcan en una ciudad por un par de horas y «no hacen gasto», además, se trata de un medio de transporte altamente contaminante. Este tipo de viajes no impulsa la economía del lugar, «pero sí masifica». Además, añade, supone un aumento del coste de vida para los residentes porque «los negocios locales elevan los precios», crea una dependencia económica de un turismo que «puede ser estacional», y promueve la «especulación inmobiliaria» al favorecer la aparición de nuevos modelos de alojamiento como los pisos turísticos.
Por otro lado, también afecta al ecosistema, ya que «cuánta más gente llega más se deteriora el medio ambiente», sobre todo cuando los turistas «son irresponsables», apunta Nogueras. Muchos de estos destinos «no están preparados para acoger a tanta gente y eso provoca limitaciones en la distribución de agua», por ejemplo. Asimismo, se produce una «degradación de los ecosistemas, se contamina el agua y el aire y hay una sobreexplotación de recursos naturales», además de la generación de residuos y el deterioro de las infraestructuras de acceso.
Por último, cabe destacar la repercusión social de este fenómeno, Nogueras apunta que el turismo masivo puede causar la sobrecarga de los servicios, «igual en verano los vecinos tienen complicado acudir al centro de salud porque hay demasiados visitantes para unos recursos humanos limitados». La pérdida cultural o las tensiones entre vecinos y turistas «tampoco se pueden obviar», apuntilla. Estas tensiones entre autóctonos y visitantes puede llevar a una «turismofobia». Es el rechazo que tienen los habitantes de un destino turístico a los viajeros, «no es algo que ocurra siempre», apunta Nogueras, pero cada vez surge más rápido. Esta situación ha llevado a grupos de vecinos de ciudades muy turísticas a organizarse y manifestarse en contra de este modelo de turismo. Al grito de Tourists, go home (Turistas, marchad a casa, en inglés), piden un cambio en la legislación y limitar la llegada masiva de visitantes que saturan y ensucian sus calles.
¿Qué podemos hacer para minimizar las consecuencias negativas del turismo de masas?
Ante este fenómeno los profesionales tranquilizan, «puede ser reversible». Informar a la población local y concienciar a los viajeros «van de la mano» con estrategias de marketing de turismo responsable. «Si para un destino con playa las agencias promocionan el turismo de borrachera lo que se va a ver por las calles serán grupos que están de borrachera», desarrolla Nogueras. Pero, si ya desde estas mismas agencias «fomentas unos valores de respeto por el lugar y de responsabilidad, los visitantes van a ser consecuentes y van a cuidar del medio que visitan», concluye.
Prestar atención a las normas del destino, acudir a la oficina de información o consultar a las autoridades son también consejos que se suman a la lista de un turismo más responsable.
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