EL ESTUDIANTE

Una alumna del Colegio Juan de Lanuza de Zaragoza reflexiona sobre el verano y por qué "no debería ser solo una estación"

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Inés Ortigas | Colegio Juan de Lanuza

Zaragoza

El tiempo pasa cada vez más rápido y no somos del todo conscientes. Durante una larga temporada de invierno vivimos deseando que llegue el fin de curso, el calor y los días continuos en la mejor compañía. Y después, todo vuelve al mismo ciclo, querer lo que no poseemos en ese momento. ¡Disfrutemos cada instante!

Tras tres extensos trimestres, ha llegado la estación preferida por la gran mayoría de adolescentes: el verano. Parece que fue ayer cuando empezábamos el curso, con esa mezcla de ilusión, nervios y pereza. Las primeras semanas se nos hicieron eternas. Luego llegaron los exámenes, los trabajos, las prisas… y sin darnos cuenta, estábamos ya en la recta final.

Durante todos esos meses de frío y rutina, solo pensábamos en los días largos, en no tener que madrugar, en las tardes sin deberes, en el olor a crema solar y en las noches de risas con amigos. Soñábamos con cada pequeño detalle del verano. Y ahora que por fin está aquí, parece que le damos una normalidad fría y rutinaria.

A veces me pregunto por qué siempre estamos esperando en lo que vendrá después. En invierno soñamos con el verano. Y en verano, ya estamos hablando de lo que haremos “cuando volvamos” o en el próximo curso. Es como si nunca fuera suficiente, como si no supiéramos parar y simplemente vivir lo que tenemos en las manos en cierto momento. Quizás por eso el tiempo parece ir cada vez más rápido, porque no lo vivimos de verdad, porque no lo miramos con atención.

El verano, una época tranquila con sus días largos, podría ser una oportunidad para romper este ciclo del que nunca salimos sin ser conscientes. La oportunidad para detenernos, observar y valorar lo que ocurre a nuestro alrededor.

Tal vez, si aprendiéramos a vivir el presente con más consciencia, la sensación de que el tiempo vuela no estaría tan presente. No se trata de controlar el tiempo, sino de vivir sin la presión de él, cambiando la prisa por la atención, y la espera constante por la gratitud de lo que ya tenemos o poseemos. El verano no debería ser solo una estación.

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