La última campana suena marcando el final de una etapa y el comienzo de otra, ¿Qué hacer cuando lo que conoces se acaba?

De repente, casi sin darnos cuenta, se acabó.

Se acabaron los madrugones con sueño acumulado y las carreras para no llegar tarde. Se acabaron los viernes con sabor a lunes, las clases que a veces parecían eternas y las que volaban sin avisar.

Se acabó el curso, y con ello… se acabó la secundaria.

Y aunque lo sabíamos, porque el calendario nos avisaba, porque lo veíamos venir desde que comenzó todo en septiembre, el momento ha llegado y cuesta creerlo. Cuesta asumir que esos últimos exámenes y esas últimas charlas se han acabado, que los “hasta mañana” ya no se repetirán como antes.

Porque cuando algo termina, por muy esperado que sea, siempre deja un pequeño hueco en nuestros corazones. No un vacío triste, sino uno raro. Cuando llevas tanto tiempo esperando algo, cuando tu motivación se basa en conseguir algo, se siente raro una vez lo logras, una vez que todo el esfuerzo ha merecido la pena y recibes tu descanso. Pero este descanso se siente diferente, no es como los otros, este descanso cierra una etapa, abre una nueva puerta en el camino de nuestras vidas y cierra otras.

Lo que viene ahora se llama verano. Y suena a libertad y descanso. A dormir sin despertador, a tardes eternas, a amigos, a planes improvisados…

Ya no volveremos a la misma aula en septiembre. Ya no seremos “los de secundaria”. Ahora empieza otro momento de nuestra vida. Somos muy jóvenes y esta es la primera etapa que cerramos y aunque pueda dar miedo es importante cruzar la puerta para descubrir un nuevo mundo, con nuevas experiencias, nuevas personas y nuevos agobios, claro.

Es hora de demostrar de lo que somos capaces, y dar un nuevo paso, firme, en las escaleras de la vida.

Gracias.

A todo lo que vivimos, por vivirlo. Y a nuestras familias y amigos por acompañarnos en esta escalera, por crecer juntos.