El próximo 13 de junio, el aún alcalde en funciones Juan Alberto Belloch cederá el bastón de mando de la ciudad. Con 65 años, el socialista dejará la política tras haber sido alcalde durante 12 años --tres mandatos--, el periodo más largo gobernado por el mismo edil en la ciudad en democracia. Belloch no cederá su sillón al frente de la ciudad a un socialista, sino, si los pactos se consuman, al candidato de la lista de unidad popular Pedro Santisteve. El PSOE pierde la única gran capital que mantuvo en la pasada legislatura que se mantendrá roja, pero no roja socialista.

Tras cuatro años de trabajo en la oposición, Belloch ganó las elecciones en el 2003. Era 14 de junio el día que tomó posesión de su cargo, entonces apoyado por Chunta Aragonesista. En realidad, el socialista ha tenido que recabar apoyos para gobernar en sus tres mandatos, si entonces fue con la formación nacionalista, en el 2007 sería con el PAR --ahora sin representación-- y en el 2011 consumó una alianza con CHA e IU. Un tripartito, como siempre le ha gustado recalcar al PP, en el que su equipo tuvo que gobernar en un estado de negociación continuo y que, en realidad, ha sido uno de sus grandes logros políticos.

En la ciudad, la era Belloch pasa, sobre todo, por la celebración de la Expo del 2008 y todo lo que la muestra internacional dejó: puentes como la Pasarela del Voluntariado, el pabellón de Zaha Hadid, el del Tercer Milenio...; las riberas recuperadas para el uso y disfrute ciudadano; el (también polémico) corredor verde; el azud de Vadorrey; el Parque del Agua y un largo etcétera de inversiones que dieron la vuelta a la imagen de la ciudad, que pasó de vivir de espaldas a su río a disfrutarlo de frente.

No fueron las únicas inversiones, que se realizaron con la burbuja inmobiliaria más grande que nunca y con el apoyo de los Gobiernos central y autonómico. La capital del Ebro disfrutó de una estación intermodal en Delicias recién estrenada, del cierre de los cinturones y de un aeropuerto renovado. Zaragoza se convirtió durante un tiempo (o eso parecía) en el centro del mundo, mientras también se aprovechaba su buena ubicación para ser un punto de referencia nacional en materia logística, con puntales como Plaza o la Terminal Marítima de Zaragoza. Obviamente, tanta inversión, que culminó ya tras la muestra internacional, con la puesta en marcha de la primera línea del tranvía también tuvo sus consecuencias para las arcas municipales.

La deuda del consistorio

La deuda del consistorio se disparó, aunque a lo largo de este mandato y a golpe de norma y decreto de Montoro, se ha recuperado la estabilidad presupuestaria y también se ha logrado cumplir con el plazo de pago a los proveedores municipales. Queda pendiente una reducción aún mayor del nivel de endeudamiento --ahora del 121%, pero se considera alcanzable el 110% a finales del 2016--. Y ya queda en el acervo municipal la aplicación de algunos criterios de progresividad para ayudar a las familias con dificultades.

La apuesta social ha sido precisamente una de las últimas herencias de la era Belloch después de que la economía no hiciera posible que se materializasen algunos proyectos que siempre estuvieron en la mente del alcalde: el cierre de la orla este --se tuvo que renunciar a Expo Floralia, que hubiera posibilitado la renovación de la zona--, la prolongación de Tenor Fleta, un nuevo campo de fútbol, la carrera olímpica... Tampoco propuestas que lanzó sin encomendarse a nadie, como la peatonalización de Don Jaime o el gran corredor comercial que iba a cruzar la ciudad. Con los grandes proyectos consumados y los que estaban sobre el papel sin poderse realizar, el discurso de Belloch viró 180 grados para poner el foco en la situación de emergencia social en la que vivían muchos zaragozanos.

Se confeccionó un plan de urgencia social, se decretó que la Policía Local no interviniese en los desahucios a no ser que lo requiriera un juez, se creo una oficina --a medias con la DGA-- para mediar contra los desalojos e incluso se puso en marcha un plan de reparto de alimentos que acabó muriendo (renovándose como gusta decir en el equipo de Gobierno municipal) hace unos meses, tanto por requerimiento de IU como por exigencias del guión, cuando se dieron a conocer los elevados gastos de gestión que suponía un programa, que, por otro lado, había sido duramente criticado por los colectivos sociales por su carácter asistencialista.

Con sus luces y sus sombras, no cabe duda de que Belloch ocupará un lugar destacado en los anales de las crónicas zaragozanas. El alcalde que no hizo campaña con su partido --dijo que allí estaría donde se le llamase, pero el teléfono no debió sonar--, que protagonizó sonados desencuentros con dirigentes como el secretario general Alfredo Pérez Rubalcaba --se declaró primero partidario de Carme Chacón y luego de Susana Díaz--, finalmente ha tenido que abandonar su militancia en el PSOE para poder volver donde empezó.

El sillón que ocupará a partir de ahora será el de juez.