Dos elecciones en seis meses dan para aprender varias elecciones. Podemos demostró ayer que ha aprendido la de la prudencia. El 20-D, los sondeos a pie de urna les daban un apoyo popular que luego no confirmó el recuento definitivo. Entre un momento y otro, en el cuartel general de la fuerza morada hubo rienda suelta a una euforia que el transcurso de las horas transformó en ligera decepción.

En cambio, ayer era difícil encontrar en el Teatro Goya de Madrid -la misma sede del 20-D- señales que invitaran a pensar que allí estaban los protagonistas del mayor notición electoral en 30 años, salvo por el griterío que a las ocho de la tarde recibió el sorpasso que anunciaban los primeros sondeos. Mejor dejar la traca para cuando la fiesta estuviera asegurada.

Prudente se mostró también Alberto Garzón, líder de IU, cuando salió a hacer las primeras valoraciones en nombre de la coalición de izquierdas, y eso que a esas horas vivían el momento más dulce de la velada. Los primeros recuentos de papeletas dieron sentido a las llamadas a la prudencia: las cifras no eran, ni por asomo, las que esperaba el partido. Según pasaban los minutos, los tripulantes de la nave morada que salían a la calle a echar un pitillo se saludaban con resoplidos y caras largas. No era posible: ¿y el prometido sorpasso? El creciente ambiente de tanatorio lo rompió un tímido aplauso cuando el 70% del escrutinio dio a Unidos Podemos 71 diputados. Es decir: lo mismo conseguido por las dos agrupaciones hace medio año. Cuando el paraíso se revela imposible, sentir la solidez de la tierra bajo los pies bien merece una ovación.

¿Y esto quién lo explica? La cara de Íñigo Errejón cuando salió a valorar los resultados con el recuento ya avanzado pedía a gritos una saeta. Si te fijabas bien, podías ver la humedad asomando a sus ojos. A falta de mejores noticias, el doctor en Ciencias Políticas se entregó al análisis y declaró a su partido «el vector de un cambio que no lleva la velocidad deseada, pero que llegará tarde o pronto». El cielo puede esperar. Tras su alocución, el creador del concepto del «núcleo irradiador» fue recibido entre vítores al otro lado de la cortina negra. «Nosotros damos la cara», había repetido varias veces el secretario de política de Podemos. A las once, Iglesias abrió paso a la cúpula del partido, junto a Garzón, camino del estrado. Figuras pétreas, parecían los familiares del funeral morado que acababa de oficiarse. Iglesias anunció que desde allí se iban a la plaza del Museo Reina Sofía, a unirse a la fiesta que habían preparado. Quien ha pasado por un deceso sabe que nada reconforta más en esos momentos que el calor de los cercanos. H