La tercera ola de covid-19 ha golpeado duramente al mercado laboral español. En febrero de 2021, España superó la cota de los 4 millones de desempleados, algo que no sucedía desde el 2016.También suben los ertes, que repuntan hasta los 900.000 afectados; además de 500.000 autónomos que están cobrando un cese de actividad debido a restricciones sobre sus negocios. Es más, según datos de Infojobs, la situación no planea mejorar en el futuro próximo, ya que una de cada cuatro empresas prevén reducir sus plantillas a corto plazo.

Ante este panorama desolador, es normal que un sentimiento se instale entre los parados que se encuentran en plena búsqueda de empleo: la frustración. La Real Academia Española (RAE) la define como la emoción que surge cuando se priva a alguien de lo que esperaba, pero la profesora de Psicología de la UDIMA, Elisa Sánchez, asegura que puede ir más allá. Sánchez explica que la búsqueda infructuosa de empleo genera “preocupación”, al no conocer cuando se va a lograr un empleo; “tristeza”, es común pensar que la situación es difícil y que no va a cambiar en el futuro; “inseguridad”, al culparse a uno mismo por no encontrar trabajo, y también “ira.

En cuanto a este último sentimiento, la profesora Sánchez comenta que no siempre es negativo, ya que la ira bien canalizada "nos moviliza hacia la acción y puede ayudar en la búsqueda de empleo". El problema llega cuando esa ira se manifiesta como una expresión inadecuada, por ejemplo, en forma de violencia hacia la familia u otras personas cercanas. Otro efecto negativo es el conocido es psicología, como ira interna. Cuando sentimos ira, hay una reacción instintiva de atacar para defenderse; como en ocasiones esto nos ha dado mal resultado y no sabemos gestionarla bien, la reprimimos, nos aguantamos (ira interna), explica la profesora que asegura que esta represión puede incluso desembocar en problemas cardiovasculares.

Etapas del proceso de búsqueda de empleo

No obstante, el psicólogo y miembro de Doctoralia, Miguel Ángel Garabal explica que los sentimientos van evolucionando y las personas desempleadas suelen vivir un proceso con varias etapas durante la búsqueda.

  • Etapa de entusiasmo: durante los primeros meses, Garabal explica que, incluso, se puede llegar a vivir una etapa de entusiasmo. “Se tienen altas expectativas y, a veces, se muestra ilusión con esta etapa de cambios. Algunas personas atraviesan en esta fase una crisis, pero ésta no es grave, ya que aún no se ha asumido totalmente la nueva condición de desempleado” comenta.
  • Etapa de estancamiento: el profesor continúa explicando que si no se halla empleo en la primera fase, se pasará a una segunda que se denomina de estancamiento. “La persona empezará a replantearse las cosas y a evaluar si sus expectativas eran poco realistas”.
  • Etapa de desgana: pasado un año, el estancamiento se convierte en desgana y las personas empiezan a resignarse a su condición de desempleadas y, en ocasiones, comienzan a sufrir un ánimo depresivo.” En esta etapa es muy común tener sentimientos de inferioridad, apatía, desgana, desesperanza, tristeza, fracaso, etc.”
  • Etapa de resignación: a los 24 meses de búsqueda de empleo los parados pierden toda la esperanza y se resignan. “Ya apenas buscan empleo de manera activa y se sienten fuera del mercado”, explica el profesor.
  • Etapa de frustración crónica: si la situación se alarga más allá en el tiempo, la frustración y el vacío emocional se convierten en crónicos.

A parte de los trastornos emocionales que conlleva, la frustración puede ser muy mala consejera, ya que motiva que la persona acepte trabajos que no se corresponden con su nivel de competencias o con sus gustos. Esto, recalca Garabal, funciona como un parche que a largo plazo “provoca que la frustración y la sensación de poca valía personal se incremente hasta coger aversión al trabajo”.

Pero, ¿la frustración por desempleo afecta a todas las personas por igual? Tanto Sánchez como Garabal coinciden en que no. La profesora de UDIMA explica que hay más personas con más tolerancia a la frustración que otras y la educación juega un papel fundamental. “Es algo que se aprende desde pequeños; por ejemplo, si tus padres te han facilitado las cosas, has tenido todo lo que has pedido, te dejaban ganar en los juegos para que no sufrieras, etc. Eso facilita que puedas ser una persona con poca tolerancia a la frustración”, comenta.

Por su parte, Garabal cree que hay que diferenciar entre tres tipos de perfiles de personas que pueden estar buscando empleo: “los que nunca han tenido un empleo, los que han tenido empleo anteriormente, pero por una razón u otra lo han perdido, y por último, los que sí que tienen empleo en la actualidad pero quieren realizar una mejora.”, cuenta. Entre estas personas hay diferencias fundamentales que pueden variar mucho las consecuencias experimentadas en el proceso de búsqueda de empleo.

La edad también resulta un factor clave a la hora de gestionar la frustración y se vive de manera diferente entre los jóvenes y los adultos más mayores. Los primeros suelen vivir la inestabilidad laboral como una circunstancia externa a ellos. “Las personas más jóvenes tienen interiorizado que ya no hay un trabajo para toda la vida”, explica Sánchez. Al mismo tiempo, son conscientes de la alta competitividad actual en el mercado laboral y eso les puede llevar a la sensación de “que por mucho que se esfuercen nunca es suficiente porque siempre hay alguien que tiene mejor cv que ellos”.

Más duro para los más mayores

Sin embargo, para Garabal el proceso de búsqueda se experimenta de forma aún más dura. ”Verse con 55 años buscando empleo puede llevar a la persona a sentir una gran frustración y mayor desesperanza”, explica. El desempleo a esas edad puede llevar a una crisis existencial “al sentir que toda su carrera laboral no ha sido fructífera”.

Consejos para gestionar la frustración

La profesora de UDIMA señala la importancia de plantear expectativas realistas, es decir, diferenciar entre deseos y necesidades. Hay que ser conscientes del contexto actual en el que vivimos y reestructurar el futuro de acuerdo a él. “Nos habíamos imaginado una situación para nuestro que ya no puede darse, por lo que necesitamos gestionar esa pérdida y elaborar el duelo”, cuenta Sánchez. La tolerancia a la frustración está estrechamente relacionada con la aceptación de la realidad. Sánchez recalca que esto no tiene nada que ver con la resignación o con tirar la toalla, sino con “hacer las paces con lo que está ocurriendo”.