Hace poco más de un año del nacimiento de la Federación de Asociaciones de Migrantes de Aragón (FAMA) pero, en este periodo de tiempo, la veintena de organizaciones que la componen, y que acogen a inmigrantes de la más variada procedencia, han conseguido demostrar que la unión, desde la diversidad y la pluralidad, sí que hace la fuerza. Al menos, en cuanto a poder de convocatoria. Y eso, a pesar de que los invitados tuvieron que desafiar a un gélido cierzo, que azotaba sin piedad la ribera del Ebro, donde se ecuentra el nuevo Teatro Arbolé, el escenario escogido para la entrega de los premios.

El teatro se encuentra ubicado dentro del parque metropolitano del agua Luis Buñuel. Pero, como esta nueva zona verde, además de enorme, es todavía una gran desconocida para la mayoría de los zaragozanos, incluidos los taxistas, los invitados fueron llegando --los que consiguieron hacerlo-- con cuentagotas. Por una vez, las autoridades, los premiados y los anfitriones fueron quienes tuvieron que esperar al pueblo llano, que andaba perdido y sacando chepa para poder abrirse paso ante el muro de cierzo que soplaba por los alrededores de la Torre del Agua y del puente del Tercer Milenio.

Pero la ceremonia, aunque comenzó con casi media hora de retraso, fue amena. En parte, porque los galardonados --que se llevaron una escultura cedida por el artista Fhedro-- estuvieron bastante comedidos en los tiempos de sus discursos de agradecimiento. Y, en parte, porque sus presentadores fueron simpáticos.

Cristian Jiménez, la voz de Radio Rumba, dio paso a sus compatriotas de Ñucanchi Tushuna Llacta, un grupo de danzas de Ecuador que pusieron ritmo a la gala. La actuación de Kupalinka, grupo de canto y baile de las repúblicas exsoviéticas puso el punto y aparte a una fiesta, que terminó como toda celebración que se precie: alrededor de una buena mesa --de unas cuantas--, en la Hostería del Cardenal, en La Cartuja Baja.