JORGE CASTAÑEDA PASTOR : Dime dónde vives y te diré cómo es tu agua

Si usted está leyendo esta columna, con toda probabilidad residirá en España. Suponiendo que esto sea así, casi seguro, ayer usted consumió más de 100 litros de agua. Haga el cálculo: dos litros para beber, aproximadamente diez más por minuto de ducha, al menos otros tres por descarga de cisterna, como mínimo seis litros por kilo de ropa si puso la lavadora, unos 40 si puso el lavavajillas, otro par para lavarse las manos o los dientes...

De hecho, lo más normal sería que hubiera llegado a los 140 litros, cifra que se maneja como consumo medio en España por habitante y día. Un agua que, por cierto, era (o eso espero) limpia, salubre, inodora, insípida e incolora, y que obtuvo (también lo espero) simplemente con abrir el grifo.

Si en cambio usted viviera en otra parte del mundo las cosas serían muy diferentes. Si lo hiciera en Mozambique su consumo medio podría ser de diez litros al día. Si su lugar de residencia fuera Papúa Nueva Guinea, muy probablemente (le ocurre al 60% de su población) habría obtenido el agua de una fuente no mejorada (por ejemplo, directamente de un río o lago). Si usted fuera una mujer o niña africana, lo más probable es que ayer hubiera tenido que recorrer seis kilómetros cargada con un cubo o bidón para abastecer de agua a su hogar.

Ayer, 22 de marzo, por cierto, fue el Día Mundial del Agua. Vivamos donde vivamos, el agua es clave para la vida. Por eso está reconocido como un Derecho Humano. Pese a ello, 663 millones de personas en todo el mundo obtienen el agua de fuentes no seguras y 1.800 millones consumen agua contaminada con materia fecal. Evidentemente, esto tiene importantes consecuencias sobre la vida de las personas, especialmente sobre su salud. En este sentido, hay que decir que el 80% de las enfermedades en los países en desarrollo están provocadas por un acceso poco seguro al agua y por un saneamiento inadecuado, y que cada año muere más gente a causa de un agua insalubre que por muerte violenta, incluida la guerra. La mitad de las camas hospitalarias de estos países están ocupadas por personas que sufren enfermedades relacionadas con la falta de agua, el saneamiento y la higiene.

Si queremos solucionar el problema, necesitamos de la implicación de un conjunto amplio de actores, especialmente de los estados y la comunidad internacional, que recientemente han acordado, como parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, alcanzar el acceso universal al agua en el año 2030. Nuestro papel como ciudadanía debe ser vigilante del cumplimiento de esos compromisos, para lo cual les invito a sumarse a cualquiera de los cientos de organizaciones que forman parte del movimiento global implicado en el acceso universal al agua, el saneamiento y la higiene. Si no puede hacerlo hoy, hágalo mañana, pasado mañana o la semana que viene, pero, por favor, hágalo. No espere al Día Mundial del Agua del año que viene.

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