Uno de los grandes retos que el G5 Sahel tiene por delante es garantizar la asistencia humanitaria en una de las regiones más volátiles, empobrecidas e inestables del mundo. Tarea nada fácil y que en ocasiones, irremediablemente, tiene que caminar de la mano con las fuerzas armadas.

Pero esto implica el riesgo de que la asistencia humanitaria y la intervención militar lleguen a solaparse y confundirse, a pesar de su naturaleza diametralmente opuesta. Acción contra el Hambre, una oenegé con una destacada presencia en el Sahel, pidió a los países que el viernes se reunieron en Bruselas para abordar la crisis en esta región que tuvieran en cuenta las necesidades humanitarias de la población y que su respaldo a la fuerza conjunta militar del G5S «no comprometa la asistencia humanitaria y se lleve a cabo de una manera diferenciada pero complementaria, respetando el principio de distinción entre actores humanitarios y armados».

«La operacionalización de esta fuerza conjunta, cuyo mandato incluye facilitar las intervenciones humanitarias, contribuir a las actividades de desarrollo en el Sahel, así como participar en el retorno de refugiados y desplazados, debería llevarse a cabo de forma que no suponga un riesgo para las comunidades», valora Menna Abraha, responsable de incidencia política de Acción contra el Hambre.

En ocasiones, son los propios militares quienes asumen operaciones directas de asistencia humanitaria, como el reparto de víveres o suministros médicos. Pero, según Abraha, los actores humanitarios han observado que en los casos «en los que personal armado llevaba a cabo acciones supuestamente humanitarias», estas iniciativas «pueden poner en peligro a las poblaciones beneficiarias y a los trabajadores humanitarios, al asociarlos con una parte del conflicto».

Y es que la ayuda humanitaria se rige por los principios de humanidad, neutralidad, independencia e imparcialidad. Pero este no es el caso de la acción de fuerzas militares, partes activas en el conflicto, cuyo objetivo es la seguridad.

Por otro lado, «los conflictos no se gestionan ni se resuelven con ayuda humanitaria, la ayuda sirve para aliviar y humanizar el impacto de los conflictos. Y, si se ejecuta correctamente, contribuye a la gestión de las crisis; si se ejecuta mal no solo no contribuye sino que pierde credibilidad y eficacia», añade Abraha. El éxito para el Sahel dependerá de cómo ambas se coordinen.