Como decía Mario Benedetti, el momento es ahora para defender la justicia social y el planeta: «Defender la Justicia, de los opresores y de los canallas. Defenderla de frente, sin falsos rodeos, sin ambages inútil, sin perder el tiempo. Defenderla de todos y también por todos, como una Bandera. Sin pactar traiciones, sin cejar empeños, sin ceder ni un dedo». Urge su defensa, sin perder tiempo. Las 47 entidades de la Federación Aragonesa de Solidaridad (FAS) insistimos que la solidaridad no entiende de fronteras; por ello, mientras sigan existiendo injusticias seguirán existiendo personas que traten de combatirlas.

Los factores causantes de la desigualdad son múltiples y diversos, como lo son los actores que la generan. La modificación de un contexto con tales características exige el compromiso global y político de quienes intervienen en él: ciudadanía, gobiernos, partidos políticos, empresas e instituciones internacionales.

Las ONGD formamos parte de la sociedad civil, al lado de otras organizaciones y movimientos. Nos consideramos una voz más, una que exige la construcción de un mundo más justo y solidario, que vigila a los gobiernos y a los mercados, y que propone otros modelos de sociedad. Estamos especializadas en cooperación internacional al desarrollo y tenemos capacidad para gestionar fondos públicos y privados para trabajar por la dignidad de las personas. No somos gubernamentales porque no dependemos de directrices marcadas por los gobiernos. La fuerza de las ONGD está en su diversidad, su pluralidad y en sus potencialidades y capacidades. En España, tenemos un volumen de algo más de 18.000 voluntarios y voluntarias y 2,2 millones de socios.

Sin las ONGD, la base social estaría debilitada. La voz de la sociedad civil global estaría perdida. La población más vulnerable quedaría en el ostracismo e invisibilizada. Determinadas problemáticas sociales no verían la luz. Muchas personas no tendrían acceso a la educación y a la sanidad solo por haber nacido donde lo han hecho. No habría quien confrontara ni presionara a los gobiernos y estados en relación al incumplimiento de sus compromisos políticos en la lucha contra la desigualdad. Las violaciones de los Derechos Humanos, las relaciones internacionales injustas y los desequilibrios del sistema serían silenciados completamente, ocultados a la población que sin saberlo participa/se beneficia de ello. No se movilizarían los recursos de Ayuda Humanitaria con tanta rapidez y eficacia.

Las ONGD hacemos mucho más de lo que la sociedad puede imaginar: exigimos finanzas éticas, promovemos el comercio justo, apoyamos al fortalecimiento democrático, los sistemas públicos sanitarios y educativos... Trabajamos incidiendo a los gobiernos (regionales, nacionales y europeos) para que cumplan sus compromisos y lleven a cabo políticas que fomenten el desarrollo e igualdad en distintos ámbitos de actuación.

Por último, manifestamos y participamos en diversos foros ante las más altas instancias internacionales, convirtiéndonos en muchas ocasiones en altavoces; educamos a niños y niñas de nuestro entorno sobre las causas de dicha injusticia social, sus consecuencias y las posibilidades de actuación que tenemos, denunciamos la violación de derechos humanos, la venta ilegal de armas y los atentados contra el medio ambiente.