Hoy, más de un año después del cierre de la llamada ruta de los Balcanes y el acuerdo UE-Turquía, Serbia sigue siendo uno de los principales paises de entrada para las personas que desean ingresar en la Unión Europea desde el este. Equipos de MSF instalados en Belgrado continúan tratando las heridas, tanto psicológicas como físicas, de los que cruzan hacia la zona de Schengen. Los pacientes son en su mayoría hombres y jóvenes de entre 15 y 25 años de edad, que viven en condiciones inseguras y precarias en las fronteras de Serbia con Hungría y Croacia o son recién llegados de Bulgaria.

Una y otra vez, son empujados violentamente de vuelta por las fuerzas fronterizas de los estados miembros de la UE, en un ciclo interminable de cruces fronterizos a los que llaman ‘el juego’. Vuelven a Serbia, donde esperan en campamentos, centros de detención y asentamientos informales donde son brutalizados y descuidados repetidamente, invisibles por las políticas de migración que los empujan hacia otras peligrosas rutas. 33 Desde el 2018, se han registrado más de 40.000 migrantes en Bosnia y Herzegovina, según datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).

Ahora mismo, hay 7.000 migrantes en el país en tránsito. La OIM proporciona 4.200 camas en alojamientos oficiales, pero el problema es que los 2.800 restantes duermen en condiciones difíciles en asentamientos como Vucjak. Las oenegés advierten de que el problema va a empeorar con el descenso de las temperaturas y temen que aumente el riesgo de mortalidad si a los migrantes les toca quedarse allí durante los meses más fríos. El campamento era una solución provisional ante la demanda de la población civil, que se vio alarmada por la llegada masiva de migrantes.