La crisis sanitaria del covid-19 no ha hecho sino agravar y evidenciar las inequidades que ya existían previamente en el ámbito educativo, y que la Unesco acaba de poner negro sobre blanco con la publicación del ‘Informe de Seguimiento de la Educación en el Mundo 2020: Inclusión y educación. Todos, sin excepción’. Este organismo concluye que la educación está marcada a escala global por la exclusión, especialmente de los pobres, las mujeres y las minorías, ya sean étnicas, sociales o culturales.

«Para estar a la altura de los desafíos de nuestro tiempo, es imperativo avanzar hacia una educación más inclusiva», afirma la directora general de esta agencia de la ONU, Audrey Azoulay. «Repensar el futuro de la educación es tanto más importante tras la pandemia del covid-19, que ha exacerbado y puesto de relieve las desigualdades. Si no se actúa, se obstaculizará el progreso de las sociedades», advierte.

Por lo tanto, según la Unesco, y con el fin de fomentar sociedades más resilientes e igualitarias, el reinicio de la actividad escolar debería concentrar sus esfuerzos en el alumnado que se ha quedado atrás durante la emergencia del coronavirus, que no es poco. Esta institución ha detectado un aumento de la exclusión en los últimos meses. Y estima que alrededor del 40% de los países de ingresos bajos y medios-bajos no han prestado apoyo a los alumnos desfavorecidos durante el cierre temporal de las escuelas.

El conocido como Informe GEM, por sus siglas en inglés, presenta un análisis detallado de los factores clave de la exclusión de los alumnos en los sistemas educativos de todo el mundo, incluyendo los antecedentes, la identidad y la capacidad, es decir, el género, la edad, la ubicación, la pobreza, la discapacidad, la etnia, la indigeneidad, el idioma, la religión, la condición de migrante o desplazado, la orientación sexual o la expresión de la identidad de género, el encarcelamiento, las creencias y las actitudes.

Este el cuarto Informe GEM anual, una herramienta que utiliza la Unesco para realizar un seguimiento del progreso realizado en 209 países hacia la consecución de los objetivos de educación adoptados por los estados miembros de las Naciones Unidas en la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible. En él se señala que 258 millones de niños y jóvenes se han quedado totalmente excluidos de la educación, siendo la pobreza el principal obstáculo para su acceso.

En los países de ingresos bajos y medios, es tres veces más probable que los adolescentes del 20% más rico de los hogares terminen el primer ciclo de enseñanza secundaria que aquellos de las familias más pobres. Entre los que sí culminan esta etapa escolar, es dos veces más probable que los estudiantes más ricos tengan conocimientos básicos de lectura y matemáticas que aquellos de los hogares más pobres. A pesar del objetivo proclamado de la finalización universal del ciclo superior de enseñanza secundaria para el año 2030, casi ninguna joven de un entorno rural pobre lo completa en al menos 20 países, la mayoría de ellos ubicados en el África subsahariana.

Asimismo, los estudiantes de diez años de los países de ingresos medios y altos que recibieron enseñanza en un idioma distinto al de su lengua materna, por lo general obtuvieron una puntuación un 34% inferior a la de los hablantes nativos en las pruebas de lectura. En diez países de ingresos bajos y medios, se estableció que era un 19% menos probable que los niños con discapacidades lograran un dominio mínimo de la lectura que aquellos que no tenían ninguna discapacidad.

Otro motivo muy extendido de exclusión en el ámbito educativo es la orientación sexual o la expresión de la identidad de género. Por ejemplo, en Estados Unidos, es casi tres veces más probable que los estudiantes LGBTI se queden en casa sin ir a la escuela por sentirse allí inseguros.

Existen otros ejemplos flagrantes de exclusión, como los dos países de África que siguen prohibiendo la escolarización de las niñas embarazadas, los 117 que en todo el mundo permiten los matrimonios infantiles o los veinte que aún no han ratificado el Convenio 138 de la Organización Internacional del Trabajo que prohíbe el empleo infantil.

Más cerca de nuestro entorno, en varios países de Europa central y oriental, los niños romaníes son segregados en las escuelas normales. En Asia, las personas desplazadas, como los rohingya, reciben enseñanza en sistemas educativos paralelos. En los países de la OCDE, más de dos tercios de los estudiantes de origen inmigrante asisten a escuelas en las que representan por lo menos el 50% de la población estudiantil, lo que reduce sus posibilidades de éxito académico.

«El covid-19 nos ha dado una verdadera oportunidad de repensar nuestros sistemas educativos”, asegura Manos Antoninis, director del Informe GEM. “Pero pasar a un mundo que valore y acoja la diversidad no ocurrirá de la noche a la mañana. Existe una tensión evidente entre enseñar a todos los niños bajo el mismo techo y crear un entorno en el que los estudiantes aprendan mejor. Pero el covid-19 nos ha mostrado que se pueden hacer las cosas de manera diferente, si nos concentramos en ello».