La economía social representa el 6,5% del PIB aragonés y contiene en su ADN principios y valores que, a raíz de la crisis social, sanitaria y económica en la que nos encontramos, están resurgiendo en la sociedad estos días, como son la solidaridad, la cohesión, la equidad, la gestión democrática o el trabajo en equipo.

Durante la pandemia, las cooperativas y la economía social nos hemos reinventado y hemos estado en primera línea, al pie del cañón. Se han puesto a disposición de los municipios aragoneses tractores para fumigar las calles, se ha continuado con la producción y el abastecimiento de alimentos, otras han dejado de fabricar sus bienes para elaborar equipos de protección para el personal sanitario y se han coordinado acciones entre los centros escolares y el voluntariado para hacer llegar las tareas a los menores más vulnerables, entre otras actuaciones, con el objetivo de no dejar a nadie atrás.

Hemos sido una pieza clave, y continuaremos trabajando duro para seguir siéndolo. Para ello, son necesarias políticas de apoyo al cooperativismo, para ayudar a los jóvenes a poner en marcha proyectos colectivos, así como para impulsar y promover la economía social, apostando por este modelo como palanca de cambio para la reconstrucción económica y social a todos los niveles (europeo, estatal, autonómico y local), ya que solo así podremos hacer frente a los nuevos desafíos globales.

Al igual que ocurrió en la crisis del 2008, cuando las empresas y entidades de economía social fueron las que mejor y antes se recuperaron, esta vez volveremos a ser más resilientes, porque seguimos permaneciendo fieles a nuestro modelo empresarial y a los principios y valores que defendíamos y que seguimos defendiendo, poniendo a la persona en el centro, dando prioridad al beneficio social sobre el capital, con una gestión democrática y transparente, creando trabajo estable, de calidad e igualitario y comprometidos con el medioambiente, la Agenda 2030, el Pilar Europeo de Derechos Sociales y los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Además, la economía social mantiene un compromiso con el entorno y es una gran aliada para combatir la España vaciada, ya que ni sus entidades ni las cooperativas se deslocalizan, sino que se arraigan al territorio donde nacen. Aparte, crean empleo estable y de calidad, reducen las desigualdades sociales y producen bienes y servicios de manera responsable, sostenible y comprometida con el medio ambiente.

Las entidades y empresas de economía social somos endogámicas, no visibilizamos lo suficiente aquellas actividades que realizamos, porque son actuaciones propias del modelo empresarial que representamos. Por ello, es necesario que existan jornadas como el pasado 4 de julio, Día Internacional de las Cooperativas, para que, en algún momento del año, seamos capaces de visibilizar todo el trabajo que se realiza y el potencial que tienen estas organizaciones y la economía social para garantizar el trabajo, pero también el futuro de nuestro planeta.