- ¿Cómo le ayuda su experiencia como periodista en esta otra faceta profesional?

- Siempre pienso en lo que puede interesar a las personas que no lo viven desde dentro. Miro una imagen con la perspectiva de una portada de periódico o cuento lo que veo narrándolo como si fuera una noticia. La labor de los cooperantes debería conocerse más, sobre todo, porque depende en gran medida del apoyo de las instituciones públicas, y es fundamental que quienes pagan sus impuestos sepan qué hacemos con esa parte que va a financiar políticas de cooperación al desarrollo.

- ¿En qué países ha trabajado como cooperante?

- Además de Burkina Faso, que es donde me encuentro ahora, he trabajado también en Turquía y en Cuba, y en el 2007 estuve como observador electoral de la UE en Ecuador. Ese es otro modelo de cooperación, que te hace reflexionar mucho sobre la cooperación política e institucional, y que me sirvió para desarrollar la cooperación social y económica que hago ahora. Conocer los entresijos políticos e institucionales de un país es fundamental para poder intervenir con los pies sobre la tierra.

- ¿Qué le han enseñado estas experiencias en lugares tan dispares?

- Sobre todo, que no somos tan diferentes y que, en cualquier parte del mundo, puedes estar como en tu propia casa. Además, aprendes a gestionar las dificultades que, normalmente, suelen ser muy distintas a las que tienes en tu vida tranquila en España. A veces cuesta, pero aprendes a empatizar con los locales para poderte adaptar a sus ritmos. Y eso que, en nuestro sector, el tiempo es un enemigo insaciable. Siempre tenemos un plazo que cumplir, un documento que entregar, una obra que terminar… porque lo exige el compromiso que hemos adoptado con las entidades financiadoras. Y saber gestionar eso con los tiempos que manejan nuestros colegas en terreno no es fácil, pero al final se aprende.

- ¿Qué hace ahora en Burkina Faso?

- En julio del 2020 surgió esta oportunidad y me pareció un regalo poder trabajar en una entidad como Cruz Roja y aprender de su modelo de gestión. Y, además, hacerlo en algo como el desarrollo de las comunidades en las que intervenimos. Mi trabajo aquí consiste en gestionar los proyectos que Cruz Roja Española tiene en el país en el marco de la cooperación descentralizada. Es decir, yo me encargo de los proyectos que nos financian desde la Generalitat Valenciana, que es el máximo financiador de mis proyectos, hasta diputaciones provinciales y ayuntamientos, todos de esa comunidad. Y esos proyectos se centran en apoyar los procesos de resiliencia de mujeres vulnerables en diferentes zonas del país. En abril empezaremos un nuevo proyecto con personas ciegas.

- ¿Realiza Cruz Roja Española otras intervenciones en Burkina Faso?

- Trabaja en diferentes frentes; por supuesto, en proyectos de ayuda humanitaria, especialmente de atención y asistencia en la ruta migratoria del Sahel, una iniciativa preciosa pero durísima. Además, estamos gestionando proyectos de desarrollo comunitario, intentando promover la seguridad alimentaria de las comunidades en las que trabajamos y dotando a sus gentes de medios de vida sostenibles en el tiempo. Estamos desarrollando proyectos de higiene y saneamiento, dotando a comunidades de acceso al agua y construyendo letrinas y zonas asépticas con las que evitar enfermedades por falta de higiene. Y, en cuarto lugar, damos apoyo y soporte técnico e institucional a la Cruz Roja de Burkina Faso para que pueda llevar a cabo iniciativas propias, capacitar a su personal, mejorar sus infraestructuras… Se hace un trabajo ingente desde hace treinta años. De hecho, creo que no me equivoco si digo que la delegación española en Burkina Faso es la más numerosa de las que Cruz Roja tiene en el mundo.

- ¿De qué manera está afectando la pandemia al país y a la labor de Cruz Roja?

- En principio, y según los datos, no se está notando ni mucho menos como en Europa. Tenemos un número de contagiados que supera por poco las 11.000 personas y algo más de 140 muertos, para un censo de 20 millones. Nosotros hacemos mucha sensibilización sobre el lavado de manos y la higiene personal. De hecho, en nuestros proyectos, siempre introducimos actividades que tienen que ver con la gestión del agua y, sobre todo, con la higiene personal y la mejora del saneamiento. Y, ahora con el covid, mucho más.

- En un contexto como el actual, ¿se hace más necesaria todavía la cooperación internacional?

- Sin duda. Hay millones de personas en el mundo que necesitan que les echemos una mano para sobrevivir y salir adelante. Es que, al fin y al cabo, lo que hace la cooperación internacional es poner recursos y conocimiento al servicio de las personas vulnerables, trabajando con ellas en el modelo de desarrollo que consideran más viable para sí mismas. Eso es lo interesante. Colaboramos a gestionar sus proyectos, les facilitamos la tecnificación de los procesos, les capacitamos con nuevos conocimientos y, cuando el proyecto está en marcha, les ayudamos a gestionarlo. Y, muy importante: en el caso de Cruz Roja Española, todo esto se hace con personal local, absolutamente todo, y con empresas del país.

- Pese a la distancia, mantiene vínculos con Aragón. Por ejemplo, la charla virtual que ofreció la semana pasada al alumnado del IES de Épila. ¿Es importante la educación para el desarrollo?

- Es fundamental. Es que los y las estudiantes tienen que conocer la realidad del mundo en el que viven, que no es precisamente la que les muestran las redes sociales. Y que haya docentes, que me consta que hay muchos, que decidan apostar por generar proyectos donde explican realidades como el cambio climático, utilizando las nuevas tecnologías para, por ejemplo, dar una clase desde Burkina. Me parece que es un lujo que nos debemos permitir como sociedad. Y que, además, esto se haga desde la escuela pública, es para quitarse el sombrero. Ojalá el alumnado de Épila tenga siempre presente lo que van a aprender estas semanas y, al menos, entiendan con certezas que el cambio climático no solo es algo de los telediarios, sino que es una realidad sobre la que tienen que reflexionar.