-¿Ha afectado la pandemia al desarrollo de sus programas de empleo?

La brecha digital aleja del empleo, todavía más, a las personas que están en riesgo de exclusión. Internet es una puerta al mundo laboral y educativo. Si no tienes conexión, quedas fuera. El estado de alarma hizo que Acción contra el Hambre adaptase rápidamente su intervención para seguir trabajando con estas personas en remoto. Ahí nos encontramos de lleno con la brecha digital, pues muchas familias no tenían dispositivos electrónicos o bien carecían de internet o de las competencias digitales necesarias para seguir participando en nuestros programas. La encuesta que realizamos a las personas participantes mostró que una de cada diez no tiene internet, el 20% tiene un mal acceso y el 40% se siente poco cómodo e indiferente al usar las nuevas tecnologías. Los datos demuestran que la brecha digital existe, golpea a la población más vulnerable y ahonda la desigualdad laboral que ya padece.

-¿Hay algún colectivo que esté sufriendo más las consecuencias de la crisis sanitaria?

Si hablamos de qué colectivo está siendo el más perjudicado a nivel laboral, ponemos el foco en las mujeres porque, a un 30%, la pandemia les ha limitado sus oportunidades laborales, frente al 15,5% de los hombres. Los jóvenes también nos preocupan. La tasa de desempleo juvenil en España llega al 40% y se sitúa como líder europeo. Ahora, con la crisis sanitaria, su futuro laboral y sus proyectos de vida vuelven a estancarse. La precariedad laboral ya es estructural. Los jóvenes están viendo reducidas sus horas de trabajo y sus salarios y aumentar los despidos. No podemos correr el riesgo de que los jóvenes tengan que seguir haciendo frente a los efectos de la pandemia a lo largo de toda su vida laboral, y de pasar a constituir una generación de confinamiento. Es necesario facilitarles los medios para que tomen la iniciativa y salgan adelante en un mercado laboral marcado por la incertidumbre.

-¿Por qué son otra vez las mujeres las que más sufren la precariedad?

Las mujeres son las que ocupan mayoritariamente el trabajo a tiempo parcial y los empleos temporales, que son los primeros afectados en toda crisis. Sufren en mayor medida precariedad y pobreza laboral, lo que hace que sean más vulnerables en momentos de crisis económica y que se vean desplazadas del mercado laboral. Pero también hay que recordar que las mujeres son las que asumen en mayor medida el trabajo y la responsabilidad de los cuidados, siendo por ello que las políticas de ajuste que afectan a los servicios de atención tienen un impacto negativo en el empleo femenino.

-¿Tener hijos afecta igual a hombres y mujeres?

Antes comentaba que alrededor de un 30% de las mujeres considera que la actual crisis sanitaria les ha limitado sus oportunidades de trabajo, frente al 15,5% de los hombres. Pues bien, cuando hablamos de familias con descendencia, en el caso de las mujeres, nos situamos en un 44%, frente al 17,6% en el caso de los hombres, por no poder conciliar la vida personal con la profesional. Con esto, evidenciamos que, efectivamente, no afecta igual a hombres que a mujeres.

-¿Ha ensanchado el coronavirus la brecha laboral de género?

Totalmente, y los datos así lo avalan. Si nos basamos en los análisis de Acción contra el Hambre, descubrimos datos verdaderamente llamativos, como que una de cada tres participantes mujeres consigue un contrato de 1.000 euros frente a dos de cada tres hombres. La brecha de género laboral ha crecido por la crisis provocada por el covid-19, porque la tasa de paro femenino desde octubre a diciembre del año pasado fue del 18,3%, cuatro puntos más alta que la tasa de desempleo masculino.

-¿Tienen más posibilidades las mujeres de caer en la exclusión?

Las mujeres que han participado en nuestros programas de empleo y que han decidido volver a formarse se han visto privadas de esta posibilidad por el simple hecho de no disponer de dispositivos electrónicos o por no poder conciliar su vida familiar y laboral. Si esta situación se prolonga, las mujeres estarían todavía más expuestas a caer en exclusión. El riesgo reside en que un menor incremento del desempleo femenino en relación con el masculino no garantiza una mejora en la inserción laboral de las mujeres en el futuro. A las históricas dificultades de acceso se une el hecho de que, en los sectores más afectados por la crisis (comercio, turismo y hostelería), donde la recuperación se espera más lenta, el peso del empleo femenino es mayor. Así mismo, entre las trabajadoras del hogar aún encontramos grandes bolsas de informalidad, que afectan mayoritariamente a las mujeres.

-¿Qué impacto psicológico provoca esta crisis?

Nos hemos topado con datos muy alarmantes, como el aumento de los índices de depresión y ansiedad. Incluso los trastornos del sueño se han visto incrementados entre las personas que buscan un empleo, llegando a provocar pensamientos derrotistas. Y, nuevamente, la falta de un empleo ha provocado más ansiedad en mujeres que en hombres, y es que el 40% de las que tienen hijos declara haber sufrido de forma muy reiterada un malestar psicológico, frente al 27% de padres, durante esta pandemia.

-¿La ansiedad del parado retroalimenta su baja empleabilidad?

Esta crisis no solo impacta en la salud mental de los desempleados, sino que, además, se ceba con los más vulnerables, provocando que abandonen la búsqueda de un empleo por miedo al contagio, por no poder conciliar o por creer que no van a conseguirlo, dada la situación. Entre todos y todas, debemos ayudarnos a salir de este bache que se ha hecho demasiado grande y frenarlo para que deje de acabar con la salud mental de las personas, y seguir motivándolas, devolviéndoles la autoconfianza y ayudarlas para que saquen lo mejor de sí mismas. Porque todos tenemos derecho a un trabajo, independientemente de nuestras circunstancias, y desde Acción contra el Hambre seguiremos luchando para que eso se cumpla, tratando de ayudar a estas personas a través del autoconocimiento y del fortalecimiento de sus competencias personales, sociales y laborales.