La Federación Aragonesa de Solidaridad (FAS) y el Gobierno de Aragón organizaron a finales de septiembre en Zaragoza las jornadas ‘Cooperación al desarrollo y fondos de solidaridad’. Participaron 25 personas, todas ellas personal técnico y cargos políticos de administraciones aragonesas y de organizaciones de la sociedad civil.

Tras analizar la gestión de los programas de cooperación al desarrollo de las entidades locales aragonesas, se indagó en nuevas vías de mejora de la solidaridad internacional que se practica desde esta tierra. La conclusión fue que la ayuda oficial al desarrollo aragonesa está marcada por el desequilibrio territorial y poblacional, que se traduce en una mayoría de entidades locales con presupuestos limitados, cuando no escasos, lo cual repercute en la eficacia de la cooperación.

Por un lado, se convocan individualmente subvenciones con poco presupuesto, pero con gran complejidad de gestión y seguimiento –al realizarse en países con escenarios y normativas diversas– y alta exigencia administrativa, tanto para administraciones como para las oenegés de desarrollo y sus homólogas del sur.

Por otro lado, las intervenciones de cooperación al desarrollo orientadas a transformar las condiciones de vida de las poblaciones empobrecidas demandan fuertes recursos económicos e implicación de las comunidades y entidades. En un contexto de convocatorias de fondos escasos, las organizaciones han de compartimentar los proyectos y multiplicar los trámites en varias administraciones para poder acometerlos.

En el plano político, se suma la demanda de las entidades locales, que querrían destinar fondos a cooperación al desarrollo y no pueden porque no encuentran el modo de hacerlo, sin capacidad para implementar un programa que requiere de personal, con tiempo y formación, pero sin otras alternativas a las que acogerse.

Ante esta realidad, un posible fondo de cooperación y solidaridad aragonés se vislumbra como una opción que facilite la participación de comarcas y municipios en la cooperación al desarrollo aragonesa.

Los fondos de solidaridad nacieron al amparo de la autonomía municipal. Son redes de gobiernos locales para coordinar el interés y los recursos destinados a la cooperación internacional para el desarrollo. Hay diez en España, formados por ayuntamientos, diputaciones, comarcas y sus equivalentes.

En las jornadas se conocieron dos modelos: el navarro, un programa dentro de su federación de municipios, y el gallego, una asociación de municipios. Ambos fondos se caracterizan por dar cabida y soporte a entidades locales de cualquier tamaño (más de cien habitantes en ambos casos), posibilitando a los municipios más pequeños su aportación internacional para la erradicación de la pobreza y la desigualdad globales.

No es sencillo implementar un fondo. Existen alertas que hay que tener en cuenta: la conexión del municipio con las realidades de los países empobrecidos y la devolución de esos aprendizajes a la comunidad; o que un fondo no sea la excusa para diluir la responsabilidad política de las grandes administraciones aragonesas, sino que sirva para reforzar el compromiso de más entidades locales.

Habrá resistencias también, pero nos encontramos en un momento excepcional para abordar esta cuestión, aprovechando que está sobre la mesa la tramitación de una nueva ley aragonesa de cooperación.

La jornada se cerró con un encargo: continuar trabajando en esta línea y emplazarnos a próximos encuentros de trabajo. Y con un mensaje: «¡Ahora es cuándo!».