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Arquitectura de emergencia
Una estudiante de arquitectura reflexiona sobre el valor de la profesión en situaciones de catástrofe humanitaria para ofrecer soluciones habitacionales rápidas, baratas y dignas

Comparativa entre la Paper Log House de Shigeru Ban y la Mansión desmontable 6x6 de Jean Prouvé, ejemplos de arquitectura de emergencia estudiados por la autora / SERVICIO ESPECIAL
JULIA FANDOS MARCO suplementos @aragon.elperiodico.com
La demanda de emergencias sanitarias aumenta cada año. Las consecuencias de la pandemia y los efectos del cambio climático, unidos al incremento de los desplazamientos forzados y las migraciones derivadas de conflictos bélicos o desastres naturales, hacen que la respuesta humanitaria sea una práctica cada vez más necesaria.
Dentro de todas las disciplinas profesionales que colaboran para afrontar estos desafíos, el papel de la arquitectura de emergencia es un ejercicio fundamental para dotar de la mejor calidad de vida posible a los damnificados a nivel territorial, urbano y edificatorio, y dar respuesta a una de las necesidades básicas de las personas. Sin embargo, en muchas ocasiones no se da valor al trabajo que podrían aportar estos profesionales a la hora de afrontar estas situaciones.
El término arquitectura de emergencia se refiere a todas las construcciones temporales cuyo fin es dar una respuesta rápida, barata y sencilla a la población damnificada, con materiales de bajo coste y fácilmente accesibles. Esta práctica no solo radica en la mera construcción de las viviendas, la realidad es que el condicionante principal es el diseño y estudio previo. Se trata de situaciones en las que prima la velocidad de respuesta, y el tiempo dedicado a proyectar la construcción es limitado, por lo que el objetivo principal es encontrar diseños variables y flexibles capaces de adaptarse a diversos lugares e integrarse con la cultura y clima de la región afectada.
A través del análisis de las obras de arquitectos como Jean Poruvé y Shigeru Ban, autores de referencia en la respuesta a catástrofes, se puede comprender la metodología generalmente aplicada en el diseño de viviendas de emergencia.
Este tipo de alojamiento debe ser sencillo, dado que simplificar el método constructivo permite acelerar el proceso de puesta en obra. Por ello, se opta por la construcción en seco, es decir, se emplean piezas ensamblables de forma directa evitando el uso de agua que, por una parte, dilata los plazos y, por otra, en estas situaciones, puede ser un recurso escaso. Además, la base de la vivienda se eleva del suelo, mejorando el aislamiento y evitando excavaciones.
Por otro lado, se valora la obtención y la producción de los materiales, además de su transporte. Cuanto más cercanos estén al emplazamiento, más rápido será el proceso, tanto si se modifican las piezas previamente en un taller como si son prefabricadas.
De igual forma, el ensamblaje se simplificará y acelerará al reducir la complejidad del diseño. Esto no solo es beneficioso cuando hablamos del tiempo de ejecución, sino también en cuanto a la participación de las personas del entorno. Cuanto más sencilla sea la construcción, menos preparación técnica necesitará la mano de obra y, por lo tanto, la población afectada podría llegar a participar y valorarla más al haber participado en su construcción de forma directa.
Todas estas labores se centran en el principal objetivo de la arquitectura de emergencia: reducir el número de personas que viven en asentamientos peligrosos o en condiciones infrahumanas, y poder construir un entorno mejor en aquellos sitios donde las necesidades son muchas y los recursos escasos.
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