«Me tocó tramitar todos mis papeles durante el confinamiento y, como mi jefa no quiso darme ningún justificante, porque me dijo que como no era legal no se podía, para poder andar por la calle tuve que arriesgarme». «No dejan de recordarme que me están ayudando, pero yo me siento prisionera, estoy todo el tiempo a disposición, ni dispongo de mi vida».

Así se expresan dos de las mujeres entrevistadas por Oxfam Intermón para la realización del estudio 'Cuidados esenciales, cuidados invisibles'. Las trabajadoras del hogar y cuidados tras la pandemia, en colaboración con el Ayuntamiento de Zaragoza. La oenegé ha constatado que la crisis sanitaria ha venido a precarizar aún más la situación de estas profesionales, colocándolas en una posición de mayor vulnerabilidad social y económica.

El covid-19 ha demostrado que los factores sanitarios se entrelazan de tal manera con los económicos y sociales, que no es posible disociar la incidencia del coronavirus de la desigualdad, el acceso a la salud o la vivienda, factores todos ellos fuertemente atravesados por la clase, el género y la raza. Los efectos de la crisis sanitaria han sido desiguales y han afectado en mayor medida a los sectores más golpeados y precarizados, especialmente a las personas que trabajan en la economía informal.

El empleo en el hogar y en los cuidados

Y, si hay un sector laboral que condensa todas esas desigualdades, es el empleo de hogar y cuidados. Pese a que la pandemia ha puesto de relieve que, como sustento de la vida, es un trabajo esencial, sigue estando feminizado y racializado, con una remuneración, unos derechos y un prestigio social inferior al de cualquier otro. Y, con la crisis sanitaria, las condiciones laborales y sociales de quienes lo ejercen han empeorado. No solo se han visto mermados sus ingresos, descansos, derechos o jornadas laborales, sino también su bienestar físico y emocional y su salud mental.

La mayoría de las mujeres entrevistadas no tuvo acceso a las medidas de protección social que beneficiaron muchos sectores durante la pandemia, como el subsidio extraordinario para personas empleadas de hogar. Solo ocho de las 280 socias de la Asociación de Trabajadoras de Hogar y Cuidados de Zaragoza, que ha colaborado en este estudio, la solicitaron.

Ante la falta de respuesta de las administraciones públicas, cuyas medidas sociales extraordinarias no llegaron a los trabajadores informales, tuvo que ser la sociedad civil zaragozana, a través del tejido asociativo de los barrios, las redes vecinales, las entidades del tercer sector y la caja de resistencia puesta en marcha por la Asociación de Trabajadoras de Hogar y Cuidados de Zaragoza, la que tuvo que acudir en ayuda de quienes quedan sometidas a la economía sumergida y al racismo institucional de la ley de extranjería. Fue un apoyo imprescindible ante el agravamiento de las condiciones de vida y el fracaso de un sistema de bienestar ya de por sí insuficiente.