De Greta Thunberg al Papa Francisco, de la ONU a los mercados de barrio, de la más reciente ‘startup’ a la multinacional más rancia: personas, empresas e instituciones tienen asumido que la economía no es ese espacio científicamente aislado, mecánico e independiente que en ocasiones se ha querido presentar. Ni siquiera los partidarios del libre comercio más extremo defienden una economía totalmente desregulada, separada de vicisitudes políticas, sin relación con el deterioro del medio ambiente y ajena a responsabilidades sociales o consecuencias sobre la salud de personas y animales.

33 Jornadas de Economía Solidaria celebradas por REAS antes de la pandemia. | SERVICIO ESPECIAL

La economía social y solidaria (ESS) lleva décadas insistiendo en estas líneas. Situando a la persona por delante del rendimiento, el capital o los beneficios, propone unos indicadores más allá de las frías cifras despersonalizadas para medir los resultados de los proyectos económicos. El resultado anual de una empresa ya no puede separarse de su índice de sostenibilidad ambiental, de su implicación con el territorio en el que desarrolla su actividad o del grado de satisfacción de las personas empleadas hacia las condiciones de trabajo, conciliación o desarrollo profesional.

En este contexto, las Redes de Economía Alternativa y Solidaria (REAS) han desarrollado una herramienta, que comparten entre ellas y con el exterior, para medir su desarrollo y crecimiento mostrando el grado de asimilación de las entidades con las ideas de responsabilidad, justicia y solidaridad que fundamentan este movimiento social. Se trata del balance social, un proceso mediante el cual la ESS se toma el pulso, examina su vigor y enseña su corazón a una sociedad cada vez más exigente en términos de transparencia, respeto por el entorno y responsabilidad social.

El balance social comienza con una autoevaluación, continúa con la publicación de sus resultados y traza sus metas con la persecución de objetivos anuales sobre los que se rendirán cuentas en el siguiente ciclo. Realizado en Aragón desde el 2016, ofrece, además de la evaluación de logros y compromisos, la posibilidad de realizar el seguimiento de indicadores concretos relacionados con la equidad, las condiciones laborales, la sostenibilidad ambiental, el compromiso con el entorno y el destino de los beneficios de cada ejercicio.

Aunque buena parte del valor que aporta el balance social queda en la propia entidad que lo realiza, al ofrecerle un autorretrato certero en los temas indicados, la herramienta ofrece un informe que se comparte con la ciudadanía. Esta foto individual, al hacerse pública, satisface además un compromiso de transparencia mucho más amplio, pues los diferentes balances de las distintas entidades del sector en la comunidad se unen en un resultado agregado que conforma un cuadro general de la ESS en Aragón.

El Balance Social 2021 recoge los datos del ejercicio 2020: un año marcado por confinamientos, parones de la actividad, ertes y dificultades más o menos grandes, según el campo de actividad de cada empresa o asociación. La cifra global de facturación de las entidades de economía solidaria que han realizado el balance alcanza los 9,8 millones de euros, sensiblemente inferior a la cifra de 14 millones del ejercicio anterior (-35%), y rompiendo una tendencia al alza sostenida desde los primeros balances sociales. Sin embargo, el número de personas implicadas aumenta en un 12% hasta alcanzar las 3.431, un indicador ilustrativo del compromiso de la ESS con el empleo.

Las mujeres siguen teniendo un papel protagonista y son más de un 60% del total de personas implicadas, una tendencia inamovible en los balances de la ESS, si bien su presencia en puestos de responsabilidad cae del 59 al 52%. La brecha salarial de género es prácticamente inexistente: mientras que para el global de la economía española se sitúa en el 20%, en el conjunto de la economía solidaria es, de hecho, de un -0,8%.

La diferencia entre los salarios más altos y más bajos arroja otro dato interesante a la hora de calibrar las capacidades de la ESS para cambiar nuestras vidas: la retribución más alta no supera en más de un tercio de media a la más baja (x1,3), cuando es habitual encontrar entre empresas del Ibex 35 que los salarios más altos multipliquen por encima de 400 el salario más bajo, situándose su media en más de x120.

El esfuerzo que realizan las entidades de la ESS, en buena parte empresas de tamaño humilde o pequeñas cooperativas, es notable y ejemplifica el alto valor otorgado por estas a la transparencia, al compromiso con los valores compartidos y a la mejora continua. Un último objetivo de este ejercicio público de rendición de cuentas, más allá de las económicas, es el de mostrar cómo la alternativa a la economía capitalista no es una formulación teórica, sino un proyecto de transformación política y social ya en marcha, posible y fructífero.

La ESS enseña cada año lo que es, sus resultados y objetivos, porque las actividades económicas no son ajenas al resto de la vida que vivimos. Cooperar en circuitos de proximidad, comprometerse con una gestión beneficiosa para el medio ambiente y situar a las personas en el centro de la actividad son compromisos reales de las entidades que forman este movimiento, realidades que tienen un trasfondo más profundo que el de un eslogan de circunstancias: los indicadores del balance social están creados, realizados y publicados para dar muestra de que otra economía posible ya está aquí y ha llegado para cambiar nuestras vidas. A mejor.