Manos Unidas inicia una nueva campaña, una nueva oportunidad para seguir trabajando por los más empobrecidos. Con el lema ‘Nuestra indiferencia los condena al olvido’, volvemos a poner en el centro a las personas, especialmente a las más vulnerables, para mirar desde su realidad, sus preocupaciones y sus sueños. Solo desde los últimos podremos comprender un mundo donde la desigualdad, el hambre y la pobreza siguen siendo los retos que impiden a más de la mitad de la humanidad vivir dignamente.

En Manos Unidas llevamos más de 63 años luchando contra el hambre y la miseria y las causas que la provocan. Desde nuestros inicios, entendimos que entre esas causas estaba la desigualdad que caracteriza nuestro mundo. Una desigualdad que impide que todos los seres humanos, con independencia de su raza, sexo, origen o estatus socioeconómico, puedan disfrutar de sus derechos fundamentales; derechos que tienen su origen y justificación en la propia e inalienable dignidad humana. Una desigualdad que no es económica, sino que afecta a las opciones y oportunidades de las personas para tener una vida digna.

Como nos recuerda la ONU, “en todos los países hay muchas personas con escasas perspectivas de vivir un futuro mejor. Carecen de esperanza, sentido de propósito y dignidad; desde su situación de marginación, solo les queda contemplar a otras personas que prosperan y se enriquecen cada vez más. Muchos seres humanos han escapado a la pobreza extrema en todo el mundo, pero aún son más los que no tienen oportunidades ni recursos para tomar las riendas de sus vidas”.

Por eso, no se necesitan solo soluciones monetarias, hay que transformar las estructuras que perpetúan esas diferencias y favorecer el acceso a la participación de todos en el desarrollo de la humanidad como proyecto común. En este momento, esta lucha se encuentra con un gran reto global, una pandemia que ha profundizado todavía más las consecuencias de la desigualdad y, por tanto, el hambre. Una mirada a nuestro alrededor nos permitirá constatar que también en nuestras sociedades opulentas se está sufriendo a causa de la pandemia, y que es necesario partir de esta realidad si queremos hacernos conscientes del sufrimiento de los que quedan lejos, pero que no dejan de ser nuestros prójimos.

Invitamos a todos a sumarnos de manera esperanzada en la construcción de un mundo donde nadie se quede atrás y el hambre se convierta en un triste recuerdo de un pasado marcado por la desigualdad.

Recordamos las palabras de don Primo Mazzolari: “Quisiera que no me pregunten si hay pobres, quiénes son y cuántos son, porque temo que tales preguntas representan una distracción o el pretexto para apartarse de una indicación precisa de la conciencia y del corazón…. Nunca he contado a los pobres, porque no se pueden contar: a los pobres se les abraza, no se les cuenta”.