Cada 12 de febrero se conmemora el Día Internacional contra la utilización de niños soldado en conflictos armados. A pesar de todos los esfuerzos que las organizaciones internacionales realizan, el número de niñas y niños soldados no disminuye. Desde hace años, se habla de unos 250.000. Más de 93.000 niños y niñas han sido asesinados o mutilados en países en guerra en los últimos 10 años, muchos fueron víctimas de ataques aéreos, bombardeos, minas terrestres y otras armas ligeras. Tan solo el año pasado, las armas explosivas causaron más de un tercio de las víctimas infantiles. Y el 2020 ha estado marcado por el covid-19, pero si hay algo que ni una pandemia global es capaz de parar son las guerras.

Durante el tiempo en el que estos niños están vinculados a las fuerzas y grupos armados, son testigos y víctimas de terribles actos de violencia e incluso son obligados a ejercerla. En la mayoría de los casos son secuestrados u obligados a enrolarse en uno de los 110 grupos armados que están en conflicto actualmente en más de una treintena de países del mundo.

Además, en las guerras actuales mueren más niños y niñas que soldados: hay cinco menores asesinados por cada militar muerto en combate.

El destino de las niñas es aún más terrible. No solo participan en las hostilidades, sino que además son utilizadas como esclavas sexuales. Y, a pesar de ello, son invisibles. La gran mayoría suele sufrir rechazo por haber mantenido relaciones sexuales, aunque hayan sido forzadas, a la hora de su reinserción en la sociedad. Su situación se agrava con embarazos a edades tempranas, enfermedades de transmisión sexual, infecciones, abortos, lesiones y mutilaciones genitales. Esto empuja a muchas de ellas a la prostitución como único modo de ganarse la vida una vez fuera del grupo armado.

Según el Derecho Internacional Humanitario, la utilización de niños como soldados es una violación de los principios de la Convención de 1989 sobre los Derechos del Niño. Y, de conformidad con el Estatuto de la Corte Penal Internacional, reclutar o alistar niños menores de 15 años o utilizarlos para participar activamente en hostilidades es un crimen de guerra.

En este contexto, la desmovilización y reintegración de los niños se cuentan entre las preocupaciones principales del Movimiento Internacional de la Cruz Roja. Este proceso de reinserción en la sociedad proporciona a los niños exsoldado habilidades y conocimientos que les permitan sustentarse por sí solos. Con el tiempo, estos jóvenes regresan a la escuela o aprenden un oficio y son capaces de reintegrarse a la sociedad y vivir una vida normal, eso sí, con sus miedos, con los recuerdos de la violencia experimentada y del mal que les obligaron a infligir, que les acompañarán por el resto de su existencia.

A pesar de todo lo que han vivido estos niños, se pueden rehabilitar. Este programa se ha replicado con éxito en muchas partes de África: Liberia, Sierra Leona, Uganda… La buena noticia es que, si a estos menores se les da una oportunidad, dejan la violencia y optan por la paz.