¿Jóvenes y mayores son dos clases que miran hacia lugares distintos? Varios estudios advierten de que nadie está alerta ante la ausencia total de transferencia de conocimiento y valores entre la juventud y los mayores, que hoy son ya mayoría en muchos países. ¿Un abismo insondable los separa? ¿Son dos civilizaciones totalmente incomunicadas?

Para tratar de responder a estas preguntas, la Fundación Seminario de Investigación para la Paz ha continuado con este encuentro el ciclo iniciado el año pasado en la búsqueda de fórmulas para promover cultura de paz, que faciliten el conocimiento mutuo y el diálogo. Sigue para ello la metodología del experto en mediación John Paul Lederach, basada en la conversación no jerarquizada como una conexión humana para construir confianza.

Brecha intergeneracional

El término brecha intergeneracional ha cobrado relevancia a partir de la crisis económica y se usa sobre todo con una perspectiva socioeconómica para describir como esta ha tenido consecuencias muy distintas para jóvenes y mayores. Pero tiene también una perspectiva comunicativa y relacional fundamental para la cohesión social, y muy especialmente para la supervivencia del tejido asociativo.

Este ha sido el hilo conductor del encuentro entre líderes de asociaciones vecinales, ecologistas, feministas, pacifistas, estudiantiles y jóvenes de institutos, acompañados por profesionales que, desde las administraciones públicas, los consejos de la Juventud y el Mayor y la universidad trabajan con estos colectivos.

La brecha intergeneracional se manifiesta en la incomunicación, las dificultades para conjugar la inmediatez y el individualismo en las actuales condiciones de vida, la mayor o menor estabilidad en las circunstancias vitales y con la que actúan los dos grupos, la falta de espacios comunes y compartidos, prejuicios y estereotipos y en ocasiones en el rechazo a lo hecho por las generaciones anteriores. El factor rural/urbano es relevante y se coincide en que, en los pueblos, la brecha ha sido tradicionalmente menor. El adultismo y el adanismo aparecen como conceptos esenciales.

Los mayores comparten su preocupación por las dificultades para renovar asociados y voluntariado. También reconocen que la suya es una labor ingrata, laboriosa, con resultados a largo plazo y que el peso de la inercia en la forma de actuar no favorece la entrada de los jóvenes.

La juventud apunta a la precariedad e inestabilidad de sus circunstancias, la presión de compaginar estudios y trabajo y las dificultades para acceder a una vivienda no compartida como obstáculos para asumir compromisos estables.

Pero también se pone de manifiesto la existencia de espacios de encuentro y proyectos en los que el esfuerzo es fructífero y se está más cerca de lo que parece. No hay brecha cuando hay un objetivo común y el encuentro intergeneracional surge de manera natural. Estos retos se sitúan en las emergencias como la climática y la desigualdad social, o la conciliación y los cuidados, tan pertinentes para la cuestión intergeneracional.