El legado de Isabel Martín

Hace unos días se cumplieron diez años de la muerte de la misionera que dio nombre a la Fundación Isabel Martín, una oenegé española de cooperación al desarrollo con raíces aragonesas

En el 2010, los entonces príncipes de Asturias entregaron a la misionera Isabel Martín el Premio Príncipe de Viana a la Solidaridad, concedido por el Gobierno de Navarra.

En el 2010, los entonces príncipes de Asturias entregaron a la misionera Isabel Martín el Premio Príncipe de Viana a la Solidaridad, concedido por el Gobierno de Navarra. / SERVICIO ESPECIAL

Mario Gracia

“Descubrí que quería dedicarme a los pobres. Y, en aquel momento, la única manera de apoyar a la gente necesitada era hacerte religiosa. Quién sabe si yo habría sido religiosa si hubiera nacido en otro tiempo”. Estas palabras fueron pronunciadas por Isabel Martín. Quizás su nombre no les suene, pero, cuando se cumplen diez años de su muerte, centenares de mujeres indias y sus hijos siguen recordándola a diario, ya que les cambió la vida.

En los últimos días, el nombre de esta religiosa también ha empezado a ser conocido para quienes acuden en Zaragoza a las actividades de la Fundación Isabel Martín. Y no han sido necesarios grandes fastos. “A Isabel no le gustaba ser protagonista de nada, decía que las mujeres eran las verdaderas protagonistas. Tanto que, cuando, en el 2010, el Gobierno de Navarra la invitó para recoger el Premio Príncipe de Viana a la Solidaridad, puso como condición acudir con algunas de ellas. Teniendo en cuenta esto, hemos querido recordarla en nuestro trabajo diario”, comenta Paz Aragüés, patrona y responsable de comunicación de la oenegé aragonesa que tomó su nombre de esta misionera española.

“Hemos explicado a las personas usuarias quién fue y el porqué de la fundación. Hemos querido que todo el mundo sea consciente de su legado y de la historia de tantas mujeres valientes”, añade la periodista. Ese legado no es otro que “los tres valores o pilares fundamentales sobre los que hemos construido la fundación: educación, dignidad y justicia”.

Isabel Martín nació en Guijuelo (Salamanca) en 1926 y, con 17 años, asistió a la charla de un fraile misionero que, según sus propias palabras, provocó en ella “una llamada muy fuerte de fe que me cambió totalmente”. Con 21 se unió a las Misioneras de Cristo Jesús en Javier (Navarra) y en 1955 fue destinada a la India. Allí fue docente, enfermera y formadora de novicias. Y acabaría instalándose en uno de los ‘slums’ (barrios chabolistas) más marginales de Bombay, “donde conoció la terrible situación de los más desfavorecidos y, especialmente, de las mujeres”, relata Paz.

“Los hombres bebían muchísimo. A veces, venían niñas y niños a llamarnos por la noche para avisarnos porque papá estaba pegando a mamá. Entonces, tenías que ir con las mujeres chorreando sangre del hospital a la policía. Empecé a dar vueltas a qué podíamos hacer para que ellas salieran de la prisión en la que estaban viviendo”, recuerdan que contaba Isabel quienes la conocieron. Y aseguran que escuchó en su cabeza: “no las puedes dejar solas”.

No lo hizo. Acabaría dedicando el resto de su vida a apoyar a las mujeres y la infancia desprotegida en los ‘slums’ de Bombay. “Su proyecto, así con mayúsculas, fue la cooperativa Creative Handicrafts”, señala Aragüés. Todo empezó en una casita cedida por el jesuita Federico Sopeña, donde, junto a cuatro mujeres, empezó a coser muñecas y complementos textiles para su venta.

Corría el año 1985, y aquel fue el germen de lo que hoy es Creative Handicrafts, una organización de comercio justo que cuenta con casi 300 cooperativistas y en la que llegan a trabajar, en picos de producción, más de 800 mujeres. “Los productos textiles que tenemos en nuestra tienda son fabricados allí”, apunta Paz.

“Isabel continuó inspirando la apertura de nuevos centros, abrió guarderías en los ‘slums’, inició programas de apadrinamiento y educación para niños y niñas y también de ahorro y crédito para las mujeres, todo ello con el objetivo de su empoderamiento”, continúa la patrona de la fundación. Y, para las que no sabían coser, fundó una empresa de cáterin que sirve alrededor de 500 menús diarios en Bombay. Todo aquello “supuso la libertad e independencia de cientos de mujeres y sus familias que, a día de hoy, vuelan solas, autosuficientes, ganando su propio dinero y sin depender de nada más que de su propio trabajo”.

Isabel Martín fallecía el 17 de marzo del 2013 “rodeada de muchas personas de diferentes religiones y procedencias. Entre ellas, se encontraban dos aragoneses que la apoyaban desde hacía años en sus proyectos”, y que sintieron que la labor de esta misionera “podía servir de inspiración para apoyar otros proyectos de cooperación al desarrollo en más países”, explica Paz Aragüés. Y así nació, en el año 2015, la Fundación Isabel Martín.

La propia Paz conoció a Isabel con solo tres años. “Pasé mi infancia jugando con varios peluches que cosieron las primeras mujeres. Recuerdo sus visitas a Zaragoza, sus historias, su ejemplo de trabajo… Y eso se queda muy adentro”. Tanto que, aún hoy, siente el “compromiso” de continuar con aquella obra social, “en un mundo de grandes desigualdades, con armas tan poderosas como la educación, la formación y la justicia social”. Una inspiración que sigue marcando el día a día de todas las personas que trabajan en la Fundación Isabel Martín.