Alimenta el medio rural, frena el cambio climático

Victoria Molinero Fuentes / Marta Estopiñán Mir

Los principales problemas de nuestro tiempo no pueden ser entendidos aisladamente. Se trata de problemas sistémicos, que están interconectados y son interdependientes, como el cambio climático, que afecta a todas las zonas del planeta y que está variando los sistemas de cultivo y el uso de la tierra.

Entre el 44 y el 57% de las emisiones de gases de efecto invernadero están asociadas al sistema alimentario agroindustrial globalizado. Los alimentos que tienen mayores costes de producción se cultivan en otros países, aumentando los gases de efecto invernadero, y se cosechan sin madurar, reduciendo su calidad nutritiva y organoléptica. Estas dinámicas generan daños en los territorios rurales locales y globales, provocando el movimiento de su población a otros lugares para subsistir.

El pasado 22 de abril, Día de la Madre Tierra, habitantes de Huérmeda (Calatayud), Cerai y la Diputación Provincial de Zaragoza, junto con otras entidades, organizamos la jornada ‘Alimenta el medio rural, frena el cambio climático’. Un espacio para hablar de cultura rural, de pastoreo, trashumancia y razas autóctonas, y para conocer iniciativas que aprovechan todos los recursos que aporta el sector; una oportunidad para identificar proyectos agroalimentarios de kilómetro cero que alimentan lo local e inspirarse con proyectos de dinamización territorial que ofrecen alternativas y permiten mantener un mundo rural vivo.

Tradicionalmente, los campesinos y campesinas y los ganaderos y ganaderas han alimentado y cuidado la vida de la población. El medio rural y natural nos alimenta, y solo esta razón debería ser suficiente para darle prioridad en el sistema social. Pero es que, además, la cultura rural provee de recursos como fibras o textiles, cuida del suelo y de la biodiversidad vegetal y animal y gestiona el paisaje de forma eficiente y orgánica para prevenir incendios, sequías e inundaciones. Por ejemplo, el pastoreo y la trashumancia ofrecen servicio ecosistémico en materia de biodiversidad. El ganado transporta semillas e insectos, equilibra los suelos y regula la masa vegetal, pudiendo lograr un balance neutro de carbono.

Todos estos factores son clave para nuestra supervivencia. Sin embargo, en España, solo el 16% de la población vive en el medio rural, que supone el 85% del territorio. ¿Es posible que un porcentaje tan pequeño de personas gestione todos estos recursos de los que dependemos toda la población? ¿Nos deberíamos plantear figuras de protección hacia la ganadería y la agricultura tradicionales? ¿Cómo dinamizamos el territorio para hacer más atractiva la vida rural?

Jornadas como estas permiten reflexionar sobre los problemas existentes, pero, sobre todo, son una oportunidad para seguir tejiendo lo comunitario, entrelazar experiencias de diferentes territorios, nutrirnos y dotarnos de nuevas ideas y narrativas que reactiven la llama del medio rural. El mundo rural y su cultura no es folclore ni nostalgia, ya que de él depende nuestro presente y nuestro futuro.